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EDITORIAL

Moratinos es Moratinos

De modo que cabe esperar que nuestros soldados vayan a actuar como hasta ahora se conducían los observadores de la ONU, cuyas banderas ondeaban a pocos metros de las de Hezbolá en una demostración bien gráfica de su inactividad.

La diplomacia al estilo "Mecano" de nuestro ministro de Exteriores –ya saben, "una rosa es una rosa es una rosa"– ha sido incapaz de precisar el número de españoles que se jugarán la vida en el Líbano.  Además, el responsable de la misión de la ONU aún no sabe exactamente qué van a hacer allí las tropas europeas. Y es que la resolución 1701 no precisa para qué se van a interponer tropas internacionales entre Israel y Hezbolá, aunque exista una resolución anterior que exija el desarme de los terroristas. Mal empieza una misión que no tiene aún misión.

Es difícil saber qué pretende hacer la ONU en el sur del Líbano, pero sabiendo qué países van a enviar tropas y la actitud del secretario general, resulta difícil no caer en sospechas. El alto el fuego es frágil, como confirma el hecho de que Israel tuviera que intervenir hace unos días para impedir que Hezbolá recibiera armas de Siria e Irán. Entonces, Kofi Annan acusó a Israel de violarlo, pese a que en los términos del mismo se incluye un embargo de armas a Hezbolá. Pero, claro, la resolución tampoco indica cómo debe implementarse ese embargo. De modo que cabe esperar que nuestros soldados vayan a actuar como hasta ahora se conducían los observadores de la ONU, cuyas banderas ondeaban a pocos metros de las de Hezbolá en una demostración bien gráfica de su inactividad.

Eso sería sin duda una buena noticia para Zapatero, cuyas simpatías ya han provocado durante la guerra serios problemas diplomáticos con Israel, porque además no tendría que explicar a los españoles las razones por las que decidió enviar tropas a morir en un lugar tan peligroso. Y es que la misión en el Líbano, especialmente si el gobierno de ese país decidiera desarmar a las milicias, tendrá muchos más riesgos que el despliegue de las tropas españolas en Irak y Afganistán. No hay más que recordar los atentados en los que murieron 241 estadounidenses y 58 franceses en 1983, que convirtieron a Hezbolá en el grupo terrorista que más norteamericanos ha asesinado, si exceptuamos Al Qaeda, naturalmente.

El coste económico del envío no es menor, como demuestra el hecho de que el mismo Gobierno se autoimpusiera un límite de 3.000 soldados en misiones del exterior, límite que se sobrepasaría si franceses e italianos escucharon correctamente a Moratinos y éste sabía lo que estaba diciendo. Pero sería un coste que para los españoles, entre tanto gasto inútil, podría estar justificado si sirviera para luchar contra el terrorismo, algo que en Líbano sólo se puede hacer colaborando en el desmantelamiento de Hezbolá. Y entonces el coste sería mucho más caro, porque se expresaría en vidas de militares españoles.

Zapatero jugó la carta de la demagogia sacando las tropas de Irak en estricto incumplimiento de sus promesas electorales, pero señalando al mundo con señales luminosas que el terrorismo funcionaba y que los gobiernos occidentales estaban más que dispuestos a rendirse si se ponían suficientes muertos sobre la mesa. Ahora, no se sabe bien si por su habitual seguidismo de la política exterior francesa, nación que sí tiene responsabilidades sobre un país que no deja de ser un invento suyo, o por pagar a Kofi Annan para que accediese a ser la estrella del ridículo invento de la "alianza de civilizaciones", ha decidido embarcarnos en una misión cuyo alcance se desconoce y cuyos resultados bien podrían ser contraproducentes para los intereses españoles. Sobre todo si, finalmente, las tropas bajo bandera de la ONU se convierten simplemente en meros escudos humanos que impidan que Israel pueda actuar mientras Hezbolá se rearma.

Mientras esperamos a saber cuántas tropas españolas irán al Líbano y para qué, sería deseable que algún miembro del gabinete de Zapatero le explicara a Moratinos qué es un batallón y cuantos hombres lo forman. Por no verlo hacer el ridículo más de lo imprescindible, más que nada.

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