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Carlos Semprún Maura

Sarko... ¡Sí!

Es el único que tiene una visión de la Nación, de la República, de la democracia y de la laicidad, pero un laicismo que ha hecho suyos los valores judeocristianos que han fundado Europa y Occidente.

Disculpen esta broma facilona, pero es cierto que los dos discursos que escuche íntegros de Nicolas Sarkozy, el primero en Nimes y el otro recientemente en Perigueux, no es que sean lo mejor sino que son lo único que ha dicho cualquier político francés enfrascado en la precampaña electoral. Es el único que tiene una visión de la Nación, de la República, de la democracia y de la laicidad, pero un laicismo que ha hecho suyos los valores judeocristianos que han fundado Europa y Occidente; todo ello expresado con inteligencia y talento. Y además por fin condenó firmemente, al condenar el fanatismo y el comunitarismo (o islamismo), la infame fatwa contra el profesor Redeker.

Asimismo reiteró su condena de una sociedad de asistencia, la holgazanería subvencionada, las gigantescas trabas burocráticas del estado mamut, la decadencia de la enseñanza, etc. Siendo discursos electorales, es muy probable que sus promesas de disminuir o suprimir todas y cada una de las injusticias sociales se inscriban en ese marco. Dedicado a los problemas nacionales y sociales, su último discurso hizo pocas referencias a la situación internacional, pero lo que dijo en esa y otras ocasiones, sin llegar a la altura de José María Aznar, rompe con el chovinismo autárquico y friolero, que domina el paisaje político actual.

Y, sin embargo, el más reciente de los sondeos le da la victoria a Ségolène Royal por 51% a 49%. La Royal que no dice nunca nada, y cuando habla no dice más que burradas como esta última: "¡Hay que aterrorizar a los capitalistas!". El relativo estancamiento de Sarkozy se explica por los ataques incesantes contra él, también desde su propio campo. La división de la derecha constituye la mejor garantía de éxito para Ségolène Royal.

Yo, que soy el más armenio de los madrileños –un día les contaré en qué condiciones– y conozco la realidad de su genocidio de 1915 (1,5 millón de muertos) perpetrado por los turcos del agonizante Imperio Otomano, que he leído y oído el relato de esa masacre –y visto, entre otras, la película de mi admirado Atom Egoyan–, considero la futura ley que condenaría con penas de cárcel a quien en Francia niegue dicho genocidio como un aquelarre peligroso. Por una parte hay otros argumentos más serios para negar a Turquía la entrada en la UE. Primero: no es Europa. Segundo, no es ni democrática, ni laica. Tercero: la UE no existe, es una ficción. Pero es peligroso, porque en Francia el totalitarismo, cada vez menoslight, avanza a pasos de gigante; se está prohibiendo todo, no sólo fumar, sino discutir y expresarse libremente. Como los zapateristas, quieren imponer una historia oficial al estilo soviético. O turco, porque también hay censura drástica e historia oficial en la Turquía musulmana.

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