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Jeff Jacoby

Hablar con el enemigo

¿Cuántas veces tiene que ser reaprendida la lección? No hay apaciguamiento de lo inapaciguable. Cuando las democracias llegan a acuerdos con tiranos fanáticos, el mundo no pasa a ser un lugar menos peligroso, sino más.

¿Debería Estados Unidos recurrir a Irán y Siria para que lo ayuden a reducir la violencia que está dejando ensangrentado Irak? El Iraq Study Group de James Baker, cuyo informe ha aparecido esta semana con sus recomendaciones ya filtradas, piensa que las negociaciones directas con Teherán y Damasco serían una buena idea. Yo también lo creo, siempre y cuando comiencen justo después de que esos gobiernos cambien de bando en la jihad global.

Tal y como están las cosas ahora, sin embargo, negociar con Irán y Siria sobre el futuro de Irak es una estrategia para evitar más derramamiento de sangre tan prometedora como lo fue negociar con Adolf Hitler el futuro de Checoslovaquia en 1938. Había eminentes "realistas" también entonces, muchos de los cuales estaban locos por cerrar un acuerdo con el Führer. Mientras Neville Chamberlain salía en la misión diplomática que culminaría en Munich, William Shirer registraba en The Rise and Fall of the Third Reich que el laureado poeta de Gran Bretaña John Masefield compuso unas loas en su honor. Cuando las negociaciones terminaron y Checoslovaquia acabó desmembrada, el primer ministro fue elogiado como un héroe nacional. FDR le saludaba en un telegrama de dos palabras: "Buen hombre". El Comité del Nobel no recibió una, ni dos, sino diez nominaciones proponiendo a Chamberlain para premio de la paz de 1939.

Pero 1939 no vio ni la paz ni el premio. Chamberlain y sus admiradores estaban seguros de que Munich traería "paz en nuestro tiempo". En su lugar, ayudó a abrir el camino a la guerra.

¿Cuántas veces tiene que ser reaprendida la lección? No hay apaciguamiento de lo inapaciguable. Cuando las democracias llegan a acuerdos con tiranos fanáticos, el mundo no pasa a ser un lugar menos peligroso, sino más.

Esa no era la opinión de moda en 1938, no obstante, y tampoco es muy popular hoy. Según una nueva encuesta de World Public Opinion, el 75% de los americanos está de acuerdo en que, para estabilizar Irak, Estados Unidos debe entrar en conversaciones con Irán y Siria. "Creo que debemos hablar con nuestros enemigos", ha declarado James Baker, "y no restringir las conversaciones a nuestros amigos".

Pero con regímenes totalitarios como los de Irán y Siria, el efecto de tales "conversaciones" normalmente será negativo. Permite a los totalitarios ganar tiempo y legitimidad, mientras profundizan su convicción de que Occidente no tiene estómago para aguantar la pelea. Nadie quedó más complacido con la diplomacia de Chamberlain que Hitler, que demostró que Alemania estaba al timón, controlando las democracias; que la fuerza estaba con Berlín, mientras que Londres y París flaqueaban. Las recomendaciones del panel de Baker ofrecen una satisfacción similar a Teherán y Damasco.

Poco después del 11 de Septiembre, el presidente Bush anunció en una frase que se hizo célebre que toda nación "tiene ahora una decisión a tomar: o está con nosotros o con los terroristas". Irán y Siria han estado siempre con los terroristas, sin ambigüedad ni remordimiento alguno.

Sobre su papel como principales patrocinadores mundiales de la violencia islámica radical, el Departamento de Estado informó en abril que "Irán y Siria proporcionan de manera rutinaria asilo, recursos sustanciales y asesoramiento a organizaciones terroristas". Mientras el régimen de Assad organiza asesinatos de políticos libaneses, el furibundo presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, llama abiertamente a la "muerte a América" y exige que Israel sea "borrado del mapa".

Siria fue el aliado más fiable de Saddam Hussein en Oriente Medio y casi desde el momento en que comenzó el terrorismo en Irak estuvo bien claro que Damasco estaba echando gasolina al fuego. También Irán trabaja a destajo para intensificar el derramamiento de sangre iraquí. ABC News informó hace unos días del descubrimiento de "pruebas evidentes de apoyo iraní a los terroristas en Irak: nuevo armamento recién fabricado de fábricas iraníes". Entre los descubrimientos: "dispositivos explosivos avanzados diseñados para atravesar blindajes y armas antitanque". En otras palabras, armas diseñadas para asesinar tropas norteamericanas.

No hay régimen sobre la tierra que tenga más que ganar con una derrota estadounidense en Irak que la teocracia de Irán y la dictadura de Assad en Siria. Tienen todos los incentivos para agravar esa inestabilidad en Irak que ha llevado ya a tantos norteamericanos a reclamar la retirada. "No hay pruebas que apoyen la presunción de que Irán y Siria quieran un Irak estable", escribe el editor del Middle East Quarterly Michael Rubin, cuya experiencia en la región viene de lejos. "En cambio, todas sus acciones muestran un deseo de obstaculizar a Estados Unidos y desestabilizar a su vecino. Más peligrosa aún... es la presunción inocente de que hacer concesiones al terrorismo u obligar a otros a hacerlas trae la paz en lugar de la guerra".

La guerra contra el Islam radical, de la que Irak no es sino un frente, no puede ser ganada mientras regímenes como los de Teherán y Damasco permanezcan en el poder. Son tan enemigos nuestros hoy como el Tercer Reich lo era antaño. Suplicar ayuda a Assad y Ahmadinejad en Irak solamente puede intensificar esa peste a retirada norteamericana que ya está en el aire. La palabra para eso no es realismo. Es rendición.

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