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Ignacio Villa

Los gritos ya no asustan

Nadie puede desmentir que, en la comisión de investigación sobre el 11 de marzo, Alfredo Pérez Rubalcaba confirmó que había hablado con Rodríguez Ibarra, que le informó de que Vera quería hablar con él; así lo hizo el actual ministro del Interior.

La información que publicaba este lunes el diario El Mundo vuelve a poner encima de la mesa uno de los grandes interrogantes que nadie ha respondido sobre los atentados del 11 de marzo o, más bien, sobre la campaña de intoxicación mediática que culminó en la jornada de reflexión. No se sabe quién la organizó ni quién facilitó a Ferraz, y después a la Cadena SER, esos datos sobre los atentados que no tenía el Ministerio de Interior y que fueron tan eficaces a la hora de volcar a una parte importante de la opinión pública contra el PP. No sabemos quién fue el encargado de montar las pruebas falsas –la mochila de Vallecas, la Renault Kangoo o el Skoda Fabia– o quién inventó infundios como aquel de los "terroristas suicidas" con tres pares de calzoncillos. Estas y otras preguntas no han sido respondidas y nos llevan a concluir que hubo al menos un núcleo desde donde se organizó buena parte de esas maniobras.

¿Pudo ser Rafael Vera parte de ese operativo? No lo sabemos. Lo que sí sabemos son tres cosas. Vera conoce perfectamente las cañerías del Estado –no en vano fue el cerebro del Ministerio del Interior en la época del terrorismo de Estado de los GAL–, destilaba y destila bilis contra el Partido Popular y se movió de forma extraña durante aquellos días posteriores al atentado del 11 de marzo. Ibarra y el propio Vera han desmentido la información de El Mundo que indicaba que el ex secretario de Estado de Seguridad utilizó un despacho de la Junta de Extremadura en Mérida. Ciertamente, no podían hacer otra cosa. Pero nadie puede desmentir que, en la comisión de investigación parlamentaria sobre el 11 de marzo, Alfredo Pérez Rubalcaba confirmó que había hablado con Rodríguez Ibarra, que le informó de que Vera quería hablar con él; así lo hizo el actual ministro del Interior. Ibarra y Vera pueden intentar poner su escasa credibilidad como garantía de lo que afirman, pero lo cierto es que aquellas conversaciones existieron, como ha reconocido el propio Rubalcaba.

En todo caso, no hay duda de que el Gobierno y el PSOE cada vez tienen menos argumentos para intentar explicar lo inexplicable. Entre otras cosas, la ruptura sin precedentes del día de reflexión. ¿Pretenden los socialistas que nos sigamos creyendo que las manifestaciones del 13 de marzo delante de las sedes del PP fueron manifestaciones espontáneas? Aquello fue un auténtico golpe mediático alentado desde los medios de comunicación cercanos al partido socialista y que tenía como objetivo influir en los resultados electorales de las generales. Y seguramente alguien lo diseñó desde algún lugar concreto.

Estos hechos requieren una explicación por parte del Gobierno y del PSOE. Ya no asusta a nadie que Ibarra y Vera salgan como toros bravos corneando a diestro y siniestro; ya lo hicieron en la época de los GAL y de poco les sirvió. La época en que estaba bien visto amedrentar a la prensa desafecta ya ha terminado. Las mentiras ya no tienen más recorrido.

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