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Transigencia europea

La ineficacia de los gobiernos europeos, siempre tan atentos a la diplomacia multilateral, en sus conversaciones con Teherán ha sido objeto de queja por parte de Estados Unidos aunque de forma muy diplomática.

Según un viejo proverbio sólo hay tres tipos de personas que dicen la verdad: los niños, los locos y los borrachos. Pues Jacques Chirac forma parte de uno de ellos. O quizá forma parte de una categoría que podría denominarse "cuando los políticos se sinceran". En una reciente entrevista concedida al New York Times, el International Herald Tribune y el Nouvel Observateur, el presidente francés restó importancia al hecho de que Irán se dotara de un arma nuclear, o dos. Pensaba que sus declaraciones eran off the record. Si Irán tuviera un arma nuclear, "¿dónde podría dejar caer esa bomba? ¿Sobre Israel? No habría ascendido 200 metros antes de que Teherán quedase devastado", dijo a los medios de comunicación. Omitió un pequeño pero importante detalle, que la bomba iraní seguiría su trayectoria probablemente hasta destruir Israel. Una extraña forma de relativizar el peligro. Un día después, el presidente galo convocó a los para matizar sus declaraciones. Dijo que no se acordaba de haber mencionado a Israel como posible blanco de un ataque iraní.

Nos guste o no, las palabras de Chirac reflejan el deseo de Francia de librarse de la incómoda presencia de Estados Unidos en las negociaciones sobre el programa nuclear iraní. La ineficacia de los gobiernos europeos, siempre tan atentos a la diplomacia multilateral, en sus conversaciones con Teherán ha sido objeto de queja por parte de Estados Unidos aunque de forma muy diplomática. Con las declaraciones del presidente francés se refleja la preocupación y se justifica la presión ejercida por Washington en las últimas semanas para que los gobiernos europeos apliquen las sanciones previstas por la resolución 1.737 de la ONU y se dejen de tanta absurda demora. La resolución establece una reducción considerable de las relaciones comerciales y económicas con Teherán. Suponemos que a Chirac no le entusiasma la idea.

Los europeos suelen recurrir de manera implícita al cómodo argumento de que, por general, las sanciones no sirven para nada, es decir que no van conseguir que Irán modifique su intransigente postura. Sin embargo, también es cierto que es una manera para empezar a dejar claro cuáles son las consecuencias de las dilatorias y enfermizas maniobras del presidente iraní. Por supuesto que no es suficiente pero al menos expresa la máxima de Roosevelt sobre "hablar con suavidad pero llevando siempre un gran palo".

Un país que combina el fanatismo, los recursos energéticos, el terrorismo y las armas nucleares no puede ofrecer ningún tipo de confianza. Según las últimas noticias, Irán ha instalado dos cascadas de 164 centrifugadoras de gas para enriquecer uranio en la planta atómica de Natanz, los Guardianes de la Revolución han llevado a cabo importantes maniobras militares y el ayatolá Ali Jamenei ha exhortado a los países islámicos a reaccionar ante la ofensa que suponen las obras que Israel está llevando a cabo en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. ¿Quién da más?

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