Menú
Alberto Recarte

Convencer a la mayoría o preparar la resistencia

Sabe Rodríguez Zapatero, y saben sus aliados, que sólo el PP sigue defendiendo España como Estado y como Nación; por eso necesitan destruirlo. Y la forma más eficaz de hacerlo, como siempre con cualquier partido político, es crear disidencias internas.

Tenemos un presidente del Gobierno y unos partidos políticos (PSOE, IU y los nacionalistas) que no respetan las leyes. No cumplen la Constitución y creen que España como Nación es un error histórico y que ahora es el momento de trocearla como Estado. Por eso han aprobado el Estatuto catalán y han pactado con Batasuna-ETA, la excrecencia armada del nacionalismo vasco, cuyas acciones violentas son justificadas unos días por unos y otros por otros. Rodríguez Zapatero, el libertador de De Juana Chaos y amigo de Otegi, el dirigente de Batasuna, a quien considera un hombre de paz, tiene, por más alucinante que parezca, planteamientos guerracivilistas. Cree que hay que reanudar el enfrentamiento entre las dos ya inexistentes Españas, para que ahora ganen los partidos de izquierda y los nacionalistas. Y está dispuesto a aceptar la violencia de ETA, como demuestra su comportamiento tras el atentado de Barajas. Que la España del siglo XXI sea totalmente ajena a esos planteamientos rupturistas ni le importa ni le interesa. Él es y actúa como un revolucionario que desprecia el ordenamiento jurídico.

Sabe Rodríguez Zapatero, y saben sus aliados, que sólo el PP sigue defendiendo España como Estado y como Nación; por eso necesitan destruirlo. Y la forma más eficaz de hacerlo, como siempre con cualquier partido político, es crear disidencias internas. En el caso del PP, los disidentes son un grupo de altos dirigentes que creen excesivo y poco electoralista el discurso nacional de su partido aunque sea compartido, eso sí, por la inmensa mayoría de los militantes y de los votantes. Para el Gobierno, el enemigo a batir son Esperanza Aguirre, Acebes y Zaplana, demonizados por los medios de comunicación de la izquierda, de los nacionalistas y de los pobres de espíritu.

Sólo un rotundo triunfo electoral del PP, ahora en las municipales y autonómicas y después en las próximas generales, puede parar el proceso de descomposición del Estado español. Recomponerlo es harina de otro costal. Sería necesario un nuevo proyecto constitucional, un referéndum y volver a ganar por mayoría absoluta otras elecciones generales inmediatas.

Es muy posible que lo que he expuesto en los párrafos anteriores le suene a chino a muchos españoles. Y no porque sean pasotas o irresponsables. Simplemente ese discurso político es complejo y las necesidades personales, las preocupaciones familiares y el trabajo diario llenan la capacidad de reflexión de muchos votantes, que no imaginan las consecuencias, en sus vidas personales, de la ruptura del Estado español y no terminan de creerse que Rodríguez Zapatero no sea sólo falso y mentiroso, sino que su objetivo sea la destrucción del Estado español.

Si los que defendemos la Constitución, y a nivel de representación política sólo lo hace el PP, no ganamos con claridad las dos próximas convocatorias electorales, nos encontraremos con un escenario mucho peor que el actual. Rodríguez Zapatero y sus aliados actuarán como lo hizo el partido nazi tras ganar las elecciones de 1933. España se habrá convertido en una parodia, latinoamericanizada, de lo que significaron el fascismo y el nazismo en los años treinta del siglo pasado. Y en esa tesitura hay que preparar la resistencia. A nivel personal y a nivel político. Porque, como ha demostrado repetidamente la historia de la España moderna, cuando los españoles se den cuenta de lo que han hecho con su vida y su futuro, reaccionarán. Como lo hicieron los pueblos de toda España tras contemplar, sin darle importancia, la invasión francesa de 1808 hasta el 2 de mayo. No hubo reacción a nivel popular hasta esa fecha porque la invasión había sido bendecida por los dirigentes políticos de la época, los Borbones –padre e hijo–, los intelectuales, y la burguesía acomodada, a los que posteriormente se identificó como afrancesados. Digo preparar la resistencia, porque España como Estado no podrá funcionar durante unos años, pero la Nación española no habrá desaparecido y serán mayoría los que pedirán –en un futuro indeterminado– la reconstrucción política de España.

Y preparar la resistencia porque el modelo vasco, de partido nacionalista que condena la violencia pero cuya policía –siguiendo las instrucciones de su Gobierno– permite la impunidad al entorno de ETA-Batasuna, se extenderá. Y se perseguirá no sólo a los que, como en Cataluña, pretenden hablar en español, sino a todos los que no se identifiquen con los regímenes totalitarios que nos quieren imponer.

Y cuando esos comportamientos sectarios sean cotidianos en la España no enferma de nacionalismo, la mayoría de los españoles reaccionarán, buscando, nuevamente, el imperio de la ley y el restablecimiento del Estado de Derecho. Y, además de nuestra propia experiencia histórica, tenemos ejemplos cercanos, en Europa, de rebeliones cívicas no violentas que han logrado reformas constitucionales y elecciones generales libres frente a comportamientos totalitarios de sus gobernantes. Porque, para desesperación de los Rodríguez Zapatero de turno, España, hagan lo que hagan, seguirá existiendo como Nación y la mayoría de los españoles querrá que vuelva a funcionar como Estado.

En España

    0
    comentarios