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José Carlos Rodríguez

A la caza del aguilucho

Mentir sobre la realidad no es ser deshonesto si todo ello se hace al servicio de "la verdad", es decir, de la ideología. Esa es la clave para entender, por desgracia, una parte no desdeñable del periodismo; el español como el mundial.

El sábado estuve en la histórica manifestación convocada por Mariano Rajoy. Fue una reunión ciudadana espectacular, tanto por el número de quienes coincidimos en ella como por el civismo con el que se comportó la gente. Nos convocaba una decisión de Zapatero de una iniquidad superlativa; nos unía el recuerdo y la consideración por las víctimas; nos llamaba la indignación de ver cómo Zapatero sólo se inquieta por el estado de ánimo de los asesinos, mientras que muestra un desprecio desnudo y genuino por las exigencias más justas de las víctimas. La indignación de la gente parecía engalanarse en este ambiente festivo. Todos los sentimientos que nos concurrían daban todo el sentido a la canción de Jarcha "Libertad sin ira", cuya letra adquirió más sentido que nunca. Libertad, que junto a España es el grito más opuesto a la banda ETA. Sin ira, porque su lugar lo debe ocupar la Justicia. Esa misma Justicia que Zapatero se ha saltado para excarcelar a Ignacio de Juana.

El símbolo oficial de la manifestación era el lazo azul, pero el verdadero, el que eligió la gente para expresarse, fue la bandera de España. El País y demás grupos de Prisa, en su desaforado afán por distorsionar la realidad, se lanzó a la búsqueda del aguilucho. Es cierto que son varios en El País los que tienen un olfato único, una predisposición genética, una inclinación atávica para cazar aguiluchos, porque forman parte de su muestrario sentimental desde la más tierna infancia. Que se lo cuenten a Pradera o Cebrián. Pero la búsqueda, parece, ha resultado en fracaso. Miles y miles de banderas, y ninguna les sirvió para su reportaje, preescrito: "Los fachas del PP se arrejuntan para desestabilizar las instituciones democráticas". Pero seguía faltando la imagen del pajarraco.

Pues ElPaís.com la han sacado, solo que han tenido que recurrir, una vez más, a la manipulación; es decir, a su lenguaje. Han tirado de hemeroteca, rescatando una fotografía de la manifestación del 3 de febrero, y presentándola a sus lectores como si se tomara este sábado. Su manipulación ha llegado por Internet a las pantallas de sus lectores el 11 de marzo, acaso para conmemorar sus grandes éxitos de hace tres años.

Hoy las mentiras de los medios tienen las patas muy cortas, porque el periodismo disperso no les da tregua. Como en el caso del Rathergate, ha sido un comentarista el que ha levantado la liebre; en este caso, desde la bitácora de los lectores de Libertad Digital. Las nubes de la foto ni se acercaron por el cielo de Madrid este sábado. Nadie lleva en la imagen el lazo azul que la mayoría llevamos en la última manifestación. Otro comentarista cae en la cuenta de que es la misma bandera que un blogger recoge de la manifestación del 3 de febrero. Y Libertad Digital ha comprobado que los de El País, que son unos ases, han eliminado la breve autobiografía que acompaña toda imagen, "metadatos" lo llaman los técnicos, y que nos diría la fecha exacta de su nacimiento. Han borrado las huellas, como hacen los profesionales, ya saben de qué. En definitiva, un ejercicio de periodismo canalla; un breve ensayo de "memoria histórica", tal como se entiende desde Prisa. Por un asunto similar, Reuters pidió perdón a sus clientes y a los lectores en general. ¿Hará lo mismo El País?

Decía Dan Rather lo siguiente: "Creo que se puede ser una persona honesta y mentir sobre una serie de cosas". Porque para Rather, la verdad está en la propia ideología. Y mentir sobre la realidad no es ser deshonesto si todo ello se hace al servicio de "la verdad", es decir, de la ideología. Esa es la clave para entender, por desgracia, una parte no desdeñable del periodismo; el español como el mundial. Es la clave para aguilucho fantasma de El País. Lo es para que El Periódico quiera pasar un simple saludo por un gesto fascista. Recuerdo que en una ocasión de le preguntó a los estudiantes de periodismo de la Complutense, en Madrid, por qué habían elegido esa carrera. La respuesta más repetida fue: "para cambiar el mundo". No creo que se acordaran de la oncena tesis de Marx sobre Feuerbach, pero la labor del periodismo es mucho más sencilla y mucho más humilde que todo eso. Consiste, simplemente, en contar lo que ocurre.

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