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Amando de Miguel

Educar no es enseñar

El sistema educativo español conserva algo de su carácter "nacional": es igualmente malo en las 50 provincias.

La corrección política ha entrado en la escuela. Rafael Berrocal narra, desolado, la conversación con una hija pequeña a la que ayudó en sus deberes escolares. La dificultad estaba en un problemita de un cuaderno de cálculo de Anaya. El enunciado era: "En una clase hay 12 niños y 14 niñas. ¿Cuántos niños y niñas hay en esa clase?". La respuesta correcta, según el texto, es: "26 niños y niñas".

Ramón Freire (El Rompido, Huelva) comenta la extraña norma pedagógica que se aplica en una guardería, a la que acude su nieto, en Sevilla. Cuando los niños se portan mal, el castigo es que se pongan "a pensar", dejando de hacer las otras actividades. Los padres imitan esa práctica y, en casa, cuando los niños se portan mal, los castigan a que se encierren en su habitación "a pensar". Maravillado ante tamaño dislate, se pregunta don Ramón. "Sería bueno saber si en otros lugares también está teniendo lugar el estropicio". ¡A ver si va a renacer lo de la "funesta manía de pensar"!

Manuel Mata, profesor de inglés en un Instituto se queja amargamente del ambiente de indisciplina en las escuelas. Si el profesor le pide a un alumno que haga algo, el mozalbete le contesta: "No me pasa por los cojones" o "tú, idiota, no me interesa nada de lo que me enseñas". El profesor no puede hacer nada. "Necesitamos, ni más ni menos, la misma autoridad que la del árbitro en un partido de fútbol: poder expulsar".

José María Navia-Osorio comenta la expresión "leyenda urbana". Responde a esas noticias fantásticas que se aceptan como verdaderas, por ejemplo, la de los cocodrilos ciegos que pululan por las alcantarillas de Nueva York. Son ciegos porque no necesitan la luz. Añado otra leyenda urbana neoyorquina. Se dice que tras un famoso apagón que duró todo un día, a los nueve meses nacieron muchos niños. La historia es fascinante, pero desgraciadamente no hay evidencia estadística de que sucediera una cosa así. Don José María critica al "ínclito presidente Areces" cuando dice que es una leyenda urbana la de que los jóvenes licenciados universitarios de Asturias tienen que emigrar a Madrid. Concluye escéptico don José María: "De mis tres hijos tengo dos leyendas urbanas y el tercero está aún en Bachillerato". Por si le sirve de consuelo al asturiano, le diré que también hay muchos jóvenes licenciados madrileños que tienen que emigrar a otros países. El sistema educativo español conserva algo de su carácter "nacional": es igualmente malo en las 50 provincias.

Juan López Martínez (experto en Recursos Humanos), traspasada la mitad del camino de la vida, ha decidido ponerse a estudiar Sociología. Le ha "tocado" estudiar el libro del profesor, pero le "da la impresión de que no es el mejor texto para adquirir unos sólidos fundamentos sociológicos". Mi consejo es que los manuales de Sociología al uso suelen ser pesadísimas lucubraciones académicas, centones de lo que han dicho otros. Esos textos se derivan del que se tenía que hacer como un ejercicio de la oposición a cátedra. Yo conservo el original del que presenté a mi oposición, pero, una vez cumplida su función escolástica, nunca lo di a la estampa. Para abrir boca siempre será mejor recurrir a algún clásico, por ejemplo, El suicidio de Durkheim, la Sociología de Simmel o La rebelión de las masas de Ortega y Gasset. Si quiere algún texto mío bastará con que se chapuce en alguno de los últimos ensayos, por ejemplo, Escritos contra corriente (Espasa). No será muy académico, pero se deja leer. La Sociología no es más que sentido común un poco ordenado.

Me escribe Juan Vermeulen (estudiante español que vive en Holanda) para solicitar posibles intercambios con españoles para poder practicar el español. Dejo sus señas a los interesados: jan.ricky.vermeulen@hetnet.nl


Aviso a los libertarios curiosos y francos de servicio. El próximo día 29, martes, a las 11 de la mañana se celebrará un acto público en la Facultad de Políticas y Sociología (Campus de Somosaguas). Se encuentra en la carretera de Húmera (Pozuelo de Alarcón). El acto público y académico será el de la última clase de mi carrera como catedrático numerario de la Universidad. Disertaré sobre “El habla de los españoles”. Habrá luego un refrigerio para que los asistentes puedan intercambiar abrazos y parabienes. Bienvenidos. Procuraré recoger en este corralillo de las palabras lo fundamental de mi intervención. Aunque recuerdo lo que decía Ortega y Gasset, que lo interesante de una conferencia no es lo que se dice en ella, sino lo que sucede. El texto lo estoy escribiendo. Es evidente lo mucho que debe a las cariñosas colaboraciones de los libertarios. Ellos son los que me han empujado a seguir la pista del habla de los españoles. No era una dedicación primordial mía, pero ahora lo es.

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