Julio Segura llegó a la CNMV supuestamente a recomponer todos los destrozos ocasionados a cuenta del caso Endesa por el Gobierno y el clan de Intermoney, esto es, por Miguel Sebastián y la Oficina Económica del presidente. Sin embargo, hoy por hoy, el supervisor de los mercados financieros está peor que nunca.
Hasta ahora, lo único que ha hecho Julio Segura ha sido una operación de maquillaje, cara a la galería, con la decisión de hacer depender directamente de él la dirección de inversores. Este es el modelo que sigue la SEC estadounidense, pero allí el supervisor de los mercados financieros actúa realmente, y de forma bastante eficaz y eficiente, en defensa de los derechos de quienes optan por adquirir activos financieros. Aquí, en cambio, mucha reforma del organigrama de la Comisión y, a la hora de la verdad, poco movimiento, por no decir ninguno. Desde que Segura sucedió al dimitido Manuel Conthe, la CNMV vive un proceso de parálisis que ya empieza a parecer permanente. Y lo malo de él no es que no se dé luz verde a la comercialización de fondos de inversión ni se lleven a cabo las demás tareas de índole administrativo encomendadas a este organismo. Lo peor es que, con lo que está ocurriendo estas semanas en la Bolsa española, la CNMV permanece en un inquietante silencio.
Llevamos varios días de noticias acerca de si Imperial Tobacco va a lanzar o no una OPA sobre Altadis, de si los fondos de capital riesgo CVC y PAI van a entrar a competir con los británicos por la empresa española, de si British Airways va a presentar una oferta por Iberia conjuntamente con varios fondos de inversión, de si Lufthansa va a hacer lo mismo en compañía de Air France y KLM. Mientras, las acciones de las empresas objeto de dichas informaciones se mueven en consonancia. ¿Y qué hace la CNMV al respecto? Nada.
A estas alturas, la SEC estadounidense ya hubiera tomado las medidas oportunas, exigiendo la presentación de una vez por todas de dichas OPAs o, por el contrario, forzando a todo el mundo a guardar silencio para no alterar las cotizaciones hasta que unos y otros se decidan. En cambio, en España, todo el mundo puede hacer y decir lo que quiera sin que a nadie le pase nada. ¿Cómo iba a ser de otra manera después de que la CNMV, con el apoyo de los acólitos del clan de Intermoney en el organismo supervisor, se negará a sancionar a Enel y Acciona como quería Conthe? Lo de nuestro país, más que un mercado financiero debidamente supervisado, parece que se ha convertido en una suerte de territorio comanche, donde todo el mundo hace lo que quiere y campa tranquilamente por sus respetos sin que nadie diga nada, ni siquiera en nombre de esos inversores a los que supuestamente Julio Segura tiene intención de defender.
Aquellos polvos trajeron estos lodos y ahora habrá que empezar a valorar las consecuencias en su justa medida, pero también a exigir responsabilidades. Hoy por hoy nadie parece tomar en serio a la CNMV, entre otras razones porque no está dando la menor prueba de su existencia en todo lo que está sucediendo. Por el contrario, parece escondida, como si en estos momentos quisiera pasar desapercibida. ¿Será porque Carlos Arenillas sigue siendo vicepresidente? ¿Será porque la cúpula dirigente está demasiando inmersa en la caza de brujas interna desatada contra los antiguos colaboradores de Conthe?
Es ahora precisamente cuando la CNMV tiene que dejarse ver, hacer notar su presencia no sólo con noticias intranscendentes y de cara a la galería sino con actuaciones reales que demuestren que, en España, pese a todo lo sucedido en torno al caso Endesa, sigue habiendo un supervisor. Sin embargo, éste está brillando por su ausencia en unas circunstancias en las que tendría que estar dando la cara. ¿Dónde está la CNMV? ¿Por qué no da señales de vida? ¿Quién va a asumir las responsabilidades del estado en que ha quedado este organismo?
