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EDITORIAL

Tres años de espera para volver a meter la pata

El nerviosismo y el tono desafiante de Moratinos parecen la clásica reacción instintiva de un niño malcriado al que ponen en evidencia en público; es algo que en todo caso jamás debería dejar relucir un diplomático y mucho menos un ministro de Exteriores.

Zapatero hizo todo lo que pudo para enemistarse no sólo con la Administración Bush sino con toda la clase política norteamericana aún antes de convertirse en presidente por accidente mortal, al negarse a ponerse de pie al paso de la bandera estadounidense en el desfile del Día de las Fuerzas Armadas. Retirar las tropas de Irak deprisa y corriendo no sentó nada bien en Washington, pero mal que bien el disgusto podría haberse reducido e incluso olvidado con el aumento de nuestro contingente en Afganistán. Pero no, Zapatero tuvo que decir en Túnez que animaba a todos los demás países con militares presentes en Irak a seguir su ejemplo, lo que le convirtió en un paria al que había que evitar.

Durante estos años de legislatura de Zapatero, varios ministros han acudido a la capital estadounidense a rendir pleitesía a sus homólogos y rogar para que el presidente norteamericano recibiera al español. La idea era contentar tanto a los progres más radicales, entre ellos el propio Zapatero, con los tics antiamericanos y la cercanía a los regímenes más dictatoriales del globo, como a los socialdemócratas más templados, que veían con preocupación el alejamiento de la primera potencia del mundo y uno de nuestros mayores socios comerciales. Para eso hacía falta la foto. Pero que si quieres arroz, Catalina.

El mayor éxito que han cosechado es que, después de visitar países clave en el concierto mundial como Ucrania o Grecia, la secretaria de Estado Condoleezza Rice haya hecho una visita relámpago a España. Lo más destacable de la misma han sido las declaraciones sobre la política de nuestro Gobierno hacia Cuba realizadas antes de llegar a nuestro país, que ha reiterado tras hablar con Zapatero y Moratinos, para enfado de éste. Rice ha expresado su malestar por el acercamiento de España a los representantes de la dictadura cubana mientras se deja de lado a la disidencia. El ministro español de Exteriores, con ira mal contenida, ha afirmado que España nunca había hablado tanto con ellos y que incluso está por encima de los estadounidenses a ese respecto.

Si todos los países democráticos tienen el deber de  apoyar la transición democrática en la isla, el que más obligaciones tiene para con Cuba es España, pues fue colonia de nuestra nación hasta 1898. El camino apropiado, que ya recorrieran los países europeos en la época del franquismo, pasa por proporcionar a la oposición pacífica a Castro tanto ayuda material que les permita organizarse dentro de la isla y cuidar de los suyos cuando el dictador los encarcela como apoyo moral en forma de reconocimiento como interlocutores válidos Nada de eso ha hecho el Gobierno socialista. A lo más que ha llegado es a enviar subordinados a hablar con algunos disidentes con el único objeto de aparentar de cara a la opinión pública. La política de Zapatero y Moratinos para con ellos se resume en la nueva política de la embajada de dejar de invitarlos a celebrar el 12 de octubre.

El nerviosismo y el tono desafiante de Moratinos parecen la clásica reacción instintiva de un niño malcriado al que ponen en evidencia en público; es algo que en todo caso jamás debería dejar relucir un diplomático y mucho menos un ministro de Exteriores. Si quería tranquilizar a quien estuviera preocupado por las malas relaciones que padecemos con Estados Unidos, como parecen indicar sus palabras sobre "la normalización" de las mismas, con semejante salida de pata de banco ha echado por tierra todos los esfuerzos que durante tres años se han dirigido a conseguir, al menos, una visita como la realizada por Rice. Otra vez será.

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