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EDITORIAL

El adiós de Matas

Una maldición absurda y antidemocrática que, esta vez y en esta autonomía, ha pagado Jaume Matas pero que cualquiera de los políticos del PP puede sufrir en cualquier momento y lugar

Jaume Matas no se siente con fuerzas de liderar la Oposición en Baleares y deja la política. Quizá por falta de costumbre opositora, no olvidemos que Matas pasó del Gobierno balear al gabinete Aznar y de ahí regresó al poder autonómico, quizá por la frustración de haber ganado limpiamente unas elecciones y no poder gobernar. Lo primero es un nefasto hábito de muchos políticos que quieren estar a las duras pero no a las maduras. Hemos visto en repetidas ocasiones cómo un candidato que se veía ganador no soporta el fracaso y decide retirarse antes que apechugar una legislatura en la Oposición. Flaco favor hacen a los propios militantes y al electorado que, consumada la derrota, asiste atónito a la espantada del líder.

Por otros derroteros muy distintos discurre el triste sino del Partido Popular cuando no obtiene la mayoría absoluta. Una maldición absurda y antidemocrática que, esta vez y en esta autonomía, ha pagado Jaume Matas pero que cualquiera de los políticos del PP puede sufrir en cualquier momento y lugar. Las reglas son sencillas e inapelables: si no ganan con mayoría absoluta pueden ir olvidándose de gobernar aunque la mitad menos uno de los ciudadanos hayan apoyado sus candidaturas en las urnas. En Baleares han hecho falta que seis formaciones diferentes se coliguen para desvirtuar la indiscutible victoria electoral del PP. Los populares obtuvieron un 46 por ciento de los votos y 28 escaños en la cámara, es decir, casi el doble que el PSOE que será, como el Galicia, el que al final se lleve el gato al agua.

Jaume Matas no ha podido resistir semejante injusticia y se retira por donde vino, dejando una carrera política muy completa y siempre cerca del poder. Ya como consejero de Gabriel Cañellas, ya como ministro en Madrid, ya como presidente por dos veces en dos etapas distintas de las Islas Baleares. Es fácil de entender que no se resigne a alejarse de la adorada poltrona. A fin de cuentas hasta ayer mismo no era más que un político.

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