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George Will

Otro disturbio que aflige a Newark

Las oportunidades económicas, no obstante, solamente se presentan donde existe el orden y las personas tienen la formación suficiente para aprovecharlas. En Newark, en un año normal 1 de cada 800 residentes recibe un balazo

Cory Booker, de 38 años, no ha leído la soberbia novela de Roth, que trata de los disturbios raciales que se prolongaron durante seis días y se cobraron 24 vidas, y de los que este verano se cumplen 40 años. Pero Booker es optimista sobre Newark. Roth es un escritor de realismo social. El optimismo a rajatabla forma parte de la descripción de alcalde de esta castigada ciudad, que fue un juguete de los desórdenes antes de que los desórdenes la quemaran.

La ciudad más industrializada de América en tiempos, Newark, atrajo la atención de los radicales de la ciudad de Nueva York (la películaOn the Waterfrontse filmó en los muelles de New Jersey) que, con sus exigencias, contribuyeron a la huida masiva de la industria… justamente a la vez que los negros llegaban desde el Sur. En parte a causa del coste que el crimen organizado añadió a muchos contratos del consistorio, Newark gastaba dos veces por ciudadano lo que otras ciudades de tamaño medio. Y llegaron los disturbios, evidencia (redundante) de la naturaleza problemática de las tentativas de alcanzar la tranquilidad nacional exclusivamente a través del dinero. Incluso 20 años después, según Steven Malanga, delManhattan Institute, Newark no tiene cine y solamente cuenta con una tienda de ultramarinos. Y tenía sobreabundancia de políticos como George "Me habéis pillado" Branch, cuyo mote fue su exclamación durante un desagradable encuentro con las fuerzas del orden. Booker ocupó el escaño de Branch en el consistorio en 1998.

Booker es un afroamericano cuyo padre nació de madre soltera en Carolina del Norte en 1936. Sus padres eran ejecutivos de IBM cuando Booker se había convertido en un adolescente de la acaudalada comunidad del norte de New Jersey. Tras ser una estrella del fútbol en el instituto, Booker alcanzó licenciaturas por Stanford, Oxford (fue Rhodes Scholar) y por la Facultad de Derecho de Yale. En el 2002 se presentó contra el alcalde en ejercicio, Sharpe James, otro mafioso callejero en la tradición más clásica de algunas ciudades del norte de New Jersey. Booker casi ganó; James decidió prudentemente no presentarse en el 2006, cuando Booker ganó con el 72 por ciento de los votos.

Cuidadosamente vestido, con su cabeza brillantemente afeitada y la postura y constitución de un atleta, Booker irradia confianza en Newark, en gran medida a causa de su infraestructura de transporte: se encuentra cerca de la intersección entre las interestatales 95 y 78; su puerto es el tercero más grande de la nación en volumen de bienes que pasan por él; el aeropuerto es el decimosexto más frecuentado de la nación. Puede usted, dice Booker, llegar a Wall Street más rápido desde Newark que desde el Upper East Side de Manhattan. Además, todo alcalde, afirma Booker, comprende la importancia de "las eds y los meds": las instituciones educativas y las médicas, de las cuales Newark tiene muchas.

Las oportunidades económicas, no obstante, solamente se presentan donde existe el orden y las personas tienen la formación suficiente para aprovecharlas. Newark, donde en un año normal 1 de cada 800 residentes recibe un balazo, tiene una tasa de criminalidad peor de la que tenía Nueva York antes de que el alcalde Giuliani la atajase: en un 66 por ciento. New Jersey tiene el porcentaje más elevado de personas que pagan al menos el 30 por ciento de sus ingresos en vivienda. Un cuarto de los residentes de Newark vive en la pobreza. Solamente el 9% de los residentes tienen una licenciatura.
 
Hace 50 años, la población de Newark era de 460.000 habitantes. Ahora es de 234.000 – pese a haberse incrementado en 10.000 en cinco años– de los cuales el 54 por ciento son negros y el 33 por ciento son latinos. En 1995 el estado se hizo cargo del sistema escolar, en el cual se vendían las direcciones y tamaña parte del presupuesto de las escuelas se iba al salario de los profesores sindicados que algunas aulas carecían hasta de tiza.
 
Hoy, el gasto por alumno alcanza los 17.000 dólares, lo cual está un 75 por ciento por encima de la media nacional, una (redundante) refutación de la desinteresada opinión del lobby de la escuela pública de que en la educación primaria y secundaria, los resultados formativos se correlacionan con los ingresos financieros. El 70 por ciento de los alumnos de undécimo grado de Newark suspenden los exámenes estatales de matemáticas. Booker dice que bajo la administración del anterior alcalde, todo funcionario electo enviaba a sus hijos a escuelas privadas.
 
"Soy el Malcolm X de la educación, cueste lo que cueste", promete Booker. Dice que Newark debería invertir la premisa de que en educación "el tiempo será constante, el logro será variable". Si los niños no están teniendo éxito, prolongue su jornada escolar, tráigalos los sábados, extienda el año escolar.
 
También está a favor de la libertad escolar, aunque coquetea con la expresión "cheque escolar", que cabrea a los más de 190.000 miembros del sindicato de profesores del estado. Defiende conceder créditos fiscales a las compañías en concepto de dinero donado a becas a centros públicos así como privados. "¿Quién", se ha preguntado, "puede tener objeciones a una reserva de dinero que concederá a los niños pobres las mismas oportunidades que los niños de clase media?" ¿Quién? Empiece por esos 190.000, otro tumulto más que castiga Newark.

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