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Jorge Vilches

Antimilitaristas sin política exterior

Es imposible combinar el discurso de la alianza de civilizaciones y la paz universal con el mayor despliegue militar español en el planeta desde 1898.

Los socialistas de Zapatero están demostrando su incapacidad para pensar las relaciones internacionales. ¿Qué principio o valor guía las acciones exteriores del gobierno español? ¿La "paz"? ¿Y cómo define nuestro Ejecutivo la "paz"? No lo sabemos. Cuando actúa una de las diez primeras potencias del mundo, sí se sabe qué modelo está defendiendo y qué intereses persigue. En el caso de la España de Zapatero, no.

Tras la emboscada en el Líbano a las tropas españolas, con seis soldados muertos, se ha producido un intercambio de acusaciones entre el ministro Alonso y el Estado Mayor del Ejército de Tierra sobre la responsabilidad en la indefensión de nuestras tropas. A esto le ha seguido el malestar de otros países en el Líbano, como Italia y Francia, porque Alonso negaba que éstos hubieran desplazado a la zona material para misiones de alto riesgo. Y, para mayor torpeza, se anuncia que los 50 instructores destinados a Afganistán se van al Líbano.

Esto va más allá de una simple incompetencia o de un error. Es el resultado de que no se ha hecho en España una transición sociológica vital en cualquier democracia asentada, que consiste en atribuirle al Ejército su justo papel. Es un mal que afecta a esa parte de la sociedad que aún vive con clichés propios de otras épocas, del antifranquismo, o que cree que hay guerras porque hay ejércitos. Es un pensamiento naíf que, cómo no, comparte el zapaterismo.

Los zapateristas han adoptado la tradición pacifista de Mayo del 68, que responsabilizaba a Estados Unidos, por acción u omisión, de todos los conflictos, como hacen hoy el indigenismo y el islamismo. Era un antimilitarismo muy propio de la Europa que, como ha escrito Kagan, vivía bajo el paraguas militar de los yanquis. Era, y es, un pacifismo que apoyaba a dictadores como Castro o Chávez al tiempo que hablaba de la libertad como "no dominación". Esta visión adolescente del orden internacional la ha convertido el zapaterismo en su guía en la política exterior.

Pero es imposible combinar el discurso de la alianza de civilizaciones y la paz universal con el mayor despliegue militar español en el planeta desde 1898. Y todavía peor si se ocultan las operaciones bélicas que desarrolla el Ejército español tras eufemismos progres como "misión de paz". Falta interés, presupuesto y conciencia del papel que hoy tiene España en el mundo y los valores liberales y democráticos que representa.

La incoherencia del Ejecutivo debilita nuestra posición no sólo ante nuestros aliados, sino también frente al enemigo. Es preciso que el Gobierno de la nación, posiblemente el que venga, ajuste el discurso a la dotación militar, la acción exterior y la posición de nuestro país en el concierto internacional. En política exterior el realismo es un valor, y un socialista del perfil de Zapatero nunca será, parafraseando a Irving Kristol, un "socialdemócrata asaltado por la realidad".

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