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¿Avanza Europa hacia algún sitio?

Polonia ha logrado mantener por un tiempo la ponderación de Niza. Podría sugerirse al Gobierno español que, en agradecimiento, haga una peregrinación a Czestochowa. La vicepresidente iba a estar la mar de maja con el "collar" que le regalaron.

Los auténticos problemas europeos como la integración de la inmigración, la escasa natalidad, la pérdida de interés por la libertad o la decadencia de las creencias han estado ausentes de la cumbre bruselense. Normal, se dirá, se trataba de salvar la "Constitución", las reglas de juego institucionales. Pero ¿se recuerda alguna reunión reciente en que se hayan siquiera planteado estos temas?

La política del avestruz funciona estupendamente. ¿Algún asunto controvertido? No se habla de ello y se pasa inmediatamente a alguna banalidad en la que todo el mundo pueda estar de acuerdo. El progresismo reinante suele decir que respecto a tal o cual asunto su opinión es la de la ONU o, eventualmente, la de la UE. No obstante, las organizaciones internacionales las forman estados –no siempre democráticos– que, de acuerdo con las normas, manifiestan su opinión hasta que se logre una resultante que pueda expresarse como posición común. Si alguna nación renuncia a decir lo que piensa, se pone en las manos de la mayoría.

La regla general es pues doble: no suscitar los temas relevantes para los ciudadanos, y tratar de ir con la corriente que suele formar parte del ideario progre admitido como objetivo e indiscutible. En cuanto algún Gobierno tiene la audaz pretensión de pensar por sí mismo comienzan a caer los epítetos, no siempre amables: antieuropeo, euroescéptico, molesto, amenazador, intransigente, etc. O, por decirlo de otra manera, hay una ortodoxia predefinida por los medios progres y cualquier discrepancia será calificada inmediatamente con un sambenito que le coloque en la heterodoxia o, expresado más claramente, la herejía. Esto conduce inevitablemente a la reducción de la libertad y el enquistamiento de los verdaderos problemas.

En la última cumbre "se ha abandonado el concepto constitucional, que consistía en derogar todos los tratados vigentes y sustituirlos por un texto único denominado 'Constitución'." Conclusiones de la presidencia, Anexo I. Los votantes holandeses y franceses habían dicho, reconvertidos en partidarios de Catón, delenda est Constitutio. Y lo han logrado. No así los votantes españoles, cortesía de ZP.

El nuevo tratado contará con elementos preocupantes. Reino Unido, y Polonia parcialmente, han querido excepcionar la Carta de derechos fundamentales. El grado de confusión que generará con las listas constitucionales de los Estados miembros puede ser grave. Un ejemplo: ¿será obligatorio creer en el cambio climático causado por el hombre, o prevalecerá la libertad de conciencia e investigación? La tendencia jacobina del europeísmo bienpensante hace temer lo peor. En materia de educación, familia y economía de Mercado, la cuestión no es más alentadora.

¿Dará algo de sí el acrecentado control de la subsidiariedad que se otorga a los parlamentos nacionales, y la más expresa limitación de la Unión a las competencias atribuidas? Poco. En política exterior la voluntad es crear un contrapeso a los Estados Unidos.

Polonia ha logrado mantener por un tiempo la ponderación de Niza. Podría sugerirse al Gobierno español que, en agradecimiento, haga una peregrinación a Czestochowa. La vicepresidente iba a estar la mar de maja con el "collar" que le regalaron.

No es razonable que los aldeanos de siempre se declaren pomposamente, por sí y ante sí, como europeístas, y castiguen con el desprecio cualquier divergencia. La libertad exige la expresión de los propios anhelos y la posibilidad de alcanzarlos. Y si no hay libertad, ninguna eficacia institucional transformará acuerdos vacuos en relevantes.

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