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Jorge Vilches

Los hombres de Blanco

El "Gobierno de progreso" estaba a punto de sumir a Navarra en las mieles identitarias y socialistas. Pero llegó Ferraz, y con él las encuestas.

El entendimiento del PSN con NaBai estaba hecho, al dente. Habían llegado a un acuerdo programático aceptable para el separatismo vasco y el socialismo. El "Gobierno de progreso" estaba a punto de sumir a Navarra en las mieles identitarias y socialistas. Pero llegó Ferraz, y con él las encuestas.

Los hombres de Blanco (José) han dictaminado que el acuerdo con NaBai les resta votos, y lo han equiparado con el caso De Juana. La comparación es muy reveladora: los votantes socialistas ven la clara vinculación entre los independentistas de un lado y de otro, entre NaBai y ETA-Batasuna. Y no sólo eso, sino que confirma que los socialistas pactaban con Patxi Zabaleta mirando con el rabillo del ojo cómplice a los etarras. Formaba todo parte del mismo lote, y así lo percibía el electorado.

La merma de votos por el caso de De Juana, la negociación con ETA-Batasuna y los gobiernos multipartitos, ya sea con independentistas o con minorías hambrientas de urbanismo, demuestra, al menos, dos cosas. Por un lado, los votantes socialistas, en general, disienten del proyecto de la España plurinacional, de barra libre, que patrocina Zapatero. ¿Cómo si no interpretar que en Ferraz consideren que un pacto con NaBai, formación independentista, será negativo en las urnas?

Porque lo que pierde el PSOE no es el voto de la derecha, o el del centro pululante, sino el de la izquierda que si no vota socialista se queda en casa. Y si el elector común del PSOE, su militancia y simpatizantes, no sostienen ese proyecto de ZP es que ese empeño en reordenar el Estado de las Autonomías para dar satisfacción a los que quieren su desaparición y separarse de España no responde nada más que a un plan personal del presidente del Gobierno. Esto no sólo es grave, sino irresponsable.

Pero además de esto, si los socialistas pierden votos por sus pactos promiscuos es que no existe ese pretendido mandato electoral que les obliga a formar "gobiernos de progreso". Se trata, únicamente, de una ley electoral que precisa una trasformación importante, y de un PSOE que utiliza los pactos locales y autonómicos para impedir u obstaculizar el camino al poder del PP. De ahí la grácil ductilidad socialista, esa facilidad pasmosa –ya cada vez menos– para llegar a acuerdos con cualquiera.

Al no haber más objetivo que conseguir y conservar el poder, no hay principio o valor que no se pueda negociar. Esperarán, por tanto, a que se cierren las urnas, las que vengan tras los próximos ocho meses de propaganda gubernamental. Lo demás es puro teatro. Esa frase de drama de urgencia del diputado de ERC, el "¡Míreme a los ojos, presidente, yo no me siento español!", y las posturas flotantes de CiU y PNV no son más que cálculos electorales. Y a partir de ahí, lo que digan los hombres de Blanco (José).

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