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Pablo Molina

El eterno agravio

ZP continuó mostrando su firme decisión en seguir trabajando para que tanto agravio se vea alguna vez redimido. A ver si lo hace pronto, porque los opresores murcianos, tiranos andaluces y déspotas madrileños ya no soportamos más tanto cargo de conciencia

Hasta que no llega el debate sobre el estado de la Nación, uno no es consciente de la cantidad de personas, pueblos y realidades nacionales que se sienten agraviados por el centralismo español. En su turno de intervenciones del último debate, los portavoces de los partidos nacionalistas, como una Santa Compaña formada por vampiros presupuestarios, desfiló por la tribuna de oradores desgranando una por una todas las ofensas que el resto del "Estado español" ha cometido contra sus "naciones" desde la época de los visigodos y exigiendo la debida reparación.

Curiosamente, los que más énfasis ponen en su exigencia de una compensación histórica pertenecen a regiones españolas que en los dos últimos siglos han gozado de un mayor nivel de vida. Sin embargo, la ominosa certeza de haber sido siempre una nación sometida al yugo extranjero es más fuerte que la satisfacción de disfrutar de un bienestar muy superior al de los propios opresores. Cuando los campesinos del sur de España, entre ellos mi padre, acudían, por ejemplo, a la campaña de la manzana de Lérida a trabajar catorce horas diarias y a dormir tirados en una manta en las naves agrícolas, no eran conscientes de que estaban tiranizando al noble pueblo catalán. Sus hijos ya lo sabemos gracias al señor Cerdá (con acento agudo), y esa es una mancha que llevaremos siempre para nuestra vergüenza.

En la sede de la soberanía nacional hemos de escuchar a estos políticos compitiendo por ser los más agraviados. Los países catalanes, el pueblo vasco, las naciones gallega y aragonesa y el nonato estado canario ponen de manifiesto, por boca de sus representantes, la existencia de estas injusticias ancestrales que ni siquiera el régimen democrático del 78 ha corregido de forma satisfactoria.

En las anteriores legislaturas existía el sobreentendido de que el discurso victimista era una mera cuestión táctica para obtener más dinero del Estado. Con ZP en el poder, y este es un mérito únicamente suyo, esta peculiar retórica se ha convertido en aspiración política irrenunciable.

En la tribuna del Congreso se exigió un referéndum para la autodeterminación de algunas regiones y se afirmó que la ciudadanía española ha sido impuesta, sin su consentimiento, a varios millones de personas (¿?), declaraciones que van abiertamente en contra de la Constitución. Y ante esas andanadas y otras más que siguieron, ZP comenzó su réplica agradeciendo a los protagonistas su exquisito talante democrático y continuó mostrando su firme decisión en seguir trabajando para que tanto agravio se vea alguna vez redimido. A ver si lo hace pronto, porque los opresores murcianos, tiranos andaluces y déspotas madrileños ya no soportamos más tanto cargo de conciencia.

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