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EDITORIAL

Maquillaje de cara a las elecciones

si le tienen apego a sus cargos, aconsejaríamos tanto a los nuevos ministros como a los antiguos que no intenten sacar adelante ningún proyecto de ley. Parece ya tradición en Zapatero que sean cesados tras su publicación en el BOE.

Los cambios que ha introducido Zapatero en su Consejo de Ministros están encaminados a encarar esta recta final de la legislatura y, sobre todo, la larga campaña electoral que tenemos por delante. Y decimos larga porque parece razonable pensar que no ha incorporado nuevas caras para tener que decirles después de verano que deben dejar sus ministerios para recorrer media España pidiendo el voto. Exceptuando a Jordi Sevilla, uno de los ministros más invisibles en todos los sentidos, las cesadas han destacado por facilitarle el trabajo a la oposición hasta extremos inauditos en ningún otro Gobierno anterior.

Pese a los baldíos esfuerzos de su vicepresidenta por maquillarlo, el "justiciero de las mujeres", con tal de ganar las elecciones, ha decidido olvidarse de su gabinete paritario, que a partir de ahora estará compuesto de 9 hombres y 7 mujeres. Como, al contrario que el feminismo progresista, el liberalismo no es sexista, consideramos estúpido juzgar un Gobierno según el porcentaje de féminas que incorpora en sus filas. Se debe valorar a nuestros políticos, como a todo el mundo, según sus méritos y logros, no por su sexo. De hecho, el daño a la causa de la igualdad entre hombre y mujer lo hacen medidas como la paridad, porque lleva a pensar que las elegidas no están ahí por su capacidad, sino por llevar falda. Especialmente cuando demuestran una incapacidad notable no ya para dirigir un ministerio, sino una comunidad de vecinos, como ha sido el caso de Carmen Calvo y María Antonia Trujillo.

La ex ministra de Vivienda ha demostrado fehacientemente lo que cualquiera podría haberle advertido a Zapatero si éste escuchara a alguien: que en Extremadura no hubieran subido tanto los pisos como en otras comunidades autónomas no se debió a su gestión, sino a la incapacidad del Gobierno de Ibarra por lograr que la región prospere. Trasladada a Madrid, no sólo no ha solucionado nada sino que se ha embarcado en una serie de propuestas, como los minipisos o las kelifinder, muy dañinas para el Gobierno de Zapatero, especialmente entre los jóvenes, que son quienes más problemas tienen para acceder a una vivienda. Su suplente, Carme Chacón, llega al puesto por amistad con el presidente del Gobierno, y cabe esperar que no hará demasiado ruido, que posiblemente sea lo mejor que puede hacer un ministro de Vivienda.

Las malas lenguas dirán que Zapatero ha cesado a Carmen Calvo para que los comentaristas políticos tengan que trabajarse sus propios chistes, en lugar de aprovecharse de las meteduras de patas de la ministra que quería legislar sobre otros planetas, la mayor especialista del país en la obra de los productores norteamericanos de dibujos animados. No obstante, quizá su fracaso en consensuar una ley del cine, que ha desembocado en una huelga de exhibidores, y la necesidad de evitar más tonterías estando cerca de las elecciones han sido probablemente los motivos que ha barajado el presidente del Gobierno. Su sustituto tiene un perfil de burócrata de la cultura cuya principal misión sea seguramente intentar apagar el fuego del cine y no intentar quitarle el trabajo a los humoristas.

Por último, el nombramiento de Bernat Soria es el único que no resulta de un intento de defender los flancos débiles del Gobierno, aunque el proyecto de ley del vino de Salgado podía haberle provocado muchos problemas. Aparte del prestigio que pueda tener el nuevo ministro como investigador, destaca por su cerrada defensa de algunos de los nuevos "derechos" que Zapatero ha decidido dejar como legado una vez que ha fracasado con ETA, como son la eutanasia o el uso de embriones humanos para investigación, a los que llegó a calificar, según la asociación Profesionales por la Ética, de "puñado de células similar a un tumor". Así pues, cabe esperar una ofensiva contra la moral tradicional y la Iglesia Católica. Puro Zapatero.

Los nombramientos no parecen tener excesiva importancia y llegan en ministerios con pocas competencias y menos peso. Pareciera que el único motivo para que se produzcan es que Zapatero intente demostrar tras el debate con Rajoy que el Gobierno no está acabado y que le sigue quedando cuerda. Eso sí, si le tienen apego a sus cargos, aconsejaríamos tanto a los nuevos ministros como a los antiguos que no intenten sacar adelante ningún proyecto de ley. Parece ya tradición en Zapatero que sean cesados tras su publicación en el BOE.

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