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Walter Williams

Primer curso de pensamiento económico

Habiendo explicado la diferencia entre afirmaciones positivas y normativas, les digo a mis alumnos que no les estoy proponiendo que purguen su vocabulario de afirmaciones normativas, ni mucho menos; son herramientas excelentes para engañar a otros

La lección probablemente más difícil para los alumnos de económicas de primer año, y en ocasiones para los estudiantes ya licenciados, es que la teoría económica, y ya que estamos cualquier teoría científica, es positiva y, por tanto, no es normativa. Si se pregunta qué es esto de positivo y normativo, la respuesta es sencilla. Las afirmaciones positivas tratan de lo que fue, lo que es, o lo que será. Las afirmaciones normativas, o subjetivas, tratan de lo que es bueno o malo, lo que tendría que ser o debería ser. Confundir las dos puede hacer bastante daño.

La afirmación "Los científicos no saben escindir el átomo" es positiva. ¿Por qué? Si existe desacuerdo con la declaración, existen hechos a los que podemos apelar para zanjar el desacuerdo; basta con visitar el acelerador lineal de la Universidad de Stanford y contemplar los átomos siendo escindidos. En cambio, la afirmación "Los científicos no deberían escindir el átomo" es normativa. ¿Por qué? No existe ningún hecho en absoluto al que podamos apelar para zanjar cualquier desacuerdo. La opinión de una persona en la materia es exactamente igual de buena que las de las demás.

¿Qué hay de la afirmación "Los precios de la gasolina no son razonables"? Si algunos piensan que lo son mientras otros creen que no lo son, la discusión puede prolongarse eternamente sin llegar a ninguna solución, porque no hay ningún dato al que podamos apelar para zanjar el desacuerdo. Sin embargo, existen hechos que tienden a respaldar el comentario: los compradores de gasolina prefieren precios más bajos mientras que los vendedores los quieren más altos.

A propósito, hace años, la señora Williams llegó a casa quejándose de los precios irrazonables de los alimentos. Tras hacerme partícipe de sus protestas, me pidió que descargara su coche lleno de comestibles. Una vez que terminé la tarea le preguntó si era una persona poco razonable, sugiriendo que, en mi opinión, sólo alguien así pagaría precios tan irrazonables. La conversación no se prolongó demasiado y la dirección que llevaba mientras lo hizo no era nada agradable.

Habiendo explicado la diferencia entre afirmaciones positivas y normativas, les digo a mis alumnos que no les estoy proponiendo que purguen su vocabulario de afirmaciones normativas, ni mucho menos; son herramientas excelentes para engañar a otros para que hagan lo que tú quieres que hagan. Simplemente les advierto de que, en el proceso de engañar a los demás, no hay necesidad de engañarse a uno mismo creyendo que una afirmación normativa es mejor o más correcta que otra.

Un término relacionado que no tiene sentido económico es "necesidad". Una necesidad absoluta, acuciante, vital o urgente da a entender que uno no puede vivir sin ella. Los alumnos me dicen en ocasiones necesitar a cualquier precio un coche o un teléfono móvil. En ese punto, les pregunto cómo es que el general George Washington pudo derrotar a Gran Bretaña, la nación más poderosa de la tierra en su tiempo, sin un coche o un teléfono móvil.

El problema del término "necesidad" es que sugiere que no existen sustitutos para el bien en cuestión. Por tanto, la gente pagará cualquier precio por ella; sin embargo, la ley de la demanda dice que cuando el precio llegue a cierto nivel, la gente lo comprará menos, incluso nada. En respuesta, un estudiante dirá que "los diabéticos no pueden vivir sin insulina" o "la gente no puede vivir sin comida". Yo les contesto que sí que pueden; los diabéticos llevan viviendo miles de años sin insulina. En algunos países africanos pobres, la gente vive sin comida. Por supuesto, los resultados de vivir sin insulina o comida son realmente desagradables, pero el hecho de que los resultados sean desagradables no nos exige negar que el no-consumo es un sustituto del consumo. De nuevo, digo a mis estudiantes que no purguen su vocabulario de necesidades urgentes, vitales y acuciantes; solamente que no se engañen mientras engañan a otros.

Puede pensar que no parece que la economía sea una ciencia muy compasiva y estará en lo cierto, pero tampoco lo son la física, la química o la biología. Sin embargo, si deseamos ser compasivos con nuestros congéneres, tenemos que aprender a involucrarnos en análisis desapasionados. En otras palabras, pensar con nuestro corazón en lugar de con nuestro cerebro es un método que con toda certeza perjudicará a aquellos a quienes deseamos ayudar.

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