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Michelle Malkin

Cuando los pacifistas atacan, los periodistas duermen

¿Diatribas inofensivas? No. Las ideas, al igual que el disparo en el pecho de Jon Schrieken, tienen consecuencias.

Un joven aviador de las fuerzas aéreas está luchando por su vida en Camden, New Jersey. Recibió un disparo el día de la independencia, efectuado por un hombre armado enloquecido que al parecer tenía quejas contra el ejército y el Gobierno de los Estados Unidos y "quería hacer una declaración" el 4 de Julio. ¿Ha tenido usted noticia de la triste historia del jefe de carga Jonathan Schrieken, de 22 años de edad, de la base McGuire de las fuerzas aéreas? Probablemente no.

El tiroteo no mereció alusión alguna en el New York Times, ni siquiera un breve en páginas interiores, pese a que sí vio apropiado publicar en portada el disparo recibido por una niña de siete años en Trenton.

Los medios locales de comunicación han recopilado algunas curiosidades sobre el atacante, Matthew Marren, que se suicidó tras atacar a Schrieken en el exterior de su residencia de Willingboro. El joven militar residía con otros compañeros en una casa alquilada. No conocía al hombre que le disparó. PhillyBurbs.com divulgó que un pariente de Marren aseguró que estaba "furioso con el Gobierno y quería hacer una declaración" el día de la independencia. Las autoridades encontraron dos notas de suicidio "propias de alguien que sufre problemas mentales”.

¿Acaso fue un acto aleatorio propio de un rapto de locura? No tan rápido. Hay más. Un lector cuyo hijo es el mejor amigo de Schrieken escribió a Charles Johnson, de Little Green Footballs, con más detalles:

El mejor amigo de mi hijo, Jon, que está en las fuerzas aéreas, en la base aérea For Dix / McGuire en New Jersey, fue alcanzado por un antimilitar enloquecido el día de la independencia y sigue en estado crítico. Había estado de permiso aquí en Ohio y volvió a su casa fuera de la base. Estaba sacando las cosas de su coche cuando este tipo de 22 años se le acercó y le preguntó si vivía en la casa. Cuando Jon dijo que sí, el individuo dijo "ya no" y le disparó a quemarropa en el pecho. Intentó disparar de nuevo, pero su arma se atascó. Jonathan logró entrar en la casa. Entonces el tipo se suicidó.

Resulta que dejó un par de notas de suicidio afirmando cuánto odiaba al ejército y que quería salir a la palestra haciendo una declaración y eligió hacerla el día de la independencia intentando asesinar a un soldado. Tememos por nuestro aviador... es como un hijo para mí. Ha estado en Irak y Afganistán en nuestro nombre, para después ser tiroteado en su propio porche aquí en Estados Unidos por un lunático pacifista antiamericano. Es sobrecogedor.

Ahora, imagine la situación al revés. ¿Qué pasaría si un soldado hubiera intentado asesinar a un pacifista durante las vacaciones con el fin de "hacer una declaración"? El Times lo llevaría día tras día en la portada y el ceño de Katie Couric estaría fruncido toda una semana. Los pedantes de The view cacarearían sobre la cultura de violencia alimentada por el ejército... y quién sabe cómo vestiría a su pobre hijo Rosie O'Donnell con el fin de explotar la noticia en su página web.

Es divertido cómo todo ese gentío de las Causas Últimas pierde la curiosidad sobre las causas últimas del delito cuando los sospechosos son locos antimilitares y manifestantes pacifistas. En el supuesto de que los izquierdistas le presten atención alguna a este asesinato en grado de tentativa, puede contar con que lo rebajarán a incidente aislado. Nada tienen que ver los comentarios a favor de que los soldados asesinen a sus oficiales realizados por impostores académicos obsesionados con las tropas como Ward Churchill; los iconos que proclaman "Apoyamos a nuestras tropas cuando disparan a sus superiores" y "No destituyamos a Bush… ejecutémosle”; los incontables actos de vandalismo contra las oficinas de reclutamiento del ejército en toda la nación desde el 11 de Septiembre; o la quema de efigies de soldados por parte de pacifistas llenos de odio.

Por cierto, la semana pasada comenzó el juicio de Michael Curtis Reynolds. Habitante de Pennsylvania y simpatizante de Al Qaeda, fue acusado de planear la voladura de diversas instalaciones de la red energética norteamericana con el fin de elevar los precios de la gasolina y precipitar una retirada norteamericana de Irak. En un intercambio por correo electrónico con el detective Shannen Rossmiller, que desenmascaró el complot, Reynolds llamó a Estados Unidos "un país maldito" y decía que "no es la tierra de los libres, sino el hogar de los nuevos dictadores".

¿Diatribas inofensivas? No. Las ideas, al igual que el disparo en el pecho de Jon Schrieken, tienen consecuencias.

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