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José García Domínguez

La trola de Ibarreche

O sea, esto: "Todo intento encaminado a romper total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas".

Ya lo estoy viendo. Primero saldrá Juanjo embutido en el traje de los domingos y convocará la "consulta" para que los vascos decidan el futuro de las vascas, y viceversa. Al día siguiente, un sesudo artículo publicado en El País y firmado por el ilustre jurisconsulto don Miguel Herrero y Rodríguez Por Un Vellón (más el IVA) nos recordará que ya la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la resolución 5.214 del 14 de diciembre de 1960, estableció lo que continúa: "Todos los pueblos tienen el derecho a la libre determinación; en virtud de este derecho, establecen libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural".

Luego, a media tarde, Gemma Nierga le ordenará a Boris Izaguirre que se suba urgentemente los pantalones antes de dar paso, también urgentemente, a una conexión con Barcelona. Al punto, el vicepresidente de la Generalidad procederá a leer con voz tan emocionada como solemne el siguiente apartado del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos de 1966: "Todos los pueblos tienen el derecho a la libre determinación. En virtud de este derecho, establecen libremente su condición política y proveen asimismo su desarrollo económico, social y cultural".

Antes de que Carod acabe de transmitir esa declaración institucional en nombre de José Montilla, Televisión Española interrumpirá su programación habitual para que Pepiño Blanco se dirija tal que así a la Nación: "Tenemos que comprender las razones de Juanjo. Sobre todo, considerando lo que ordena la resolución 2.625 de la ONU. Que yo de eso no entiendo mucho porque soy de ciencias, pero miren lo me ha apuntado aquí Eguiguren, en este papelín. Vean, vean lo que pone: 'En virtud del principio de igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos, consagrado en la Carta de las Naciones Unidas, todos los pueblos tienen el derecho de determinar libremente, sin injerencias externas, su condición política y de procurar su desarrollo económico, social y cultural'."

Será ése el momento de acercarse a cualquier librería y buscar en sus estanterías Adiós al nacionalismo, el lúcido ensayo de Miquel Porta Perales que, entre otras perlas, reproduce lo que el mandato de la ONU añade a continuación de esos puntos y seguido que los nacionalistas y sus tontos útiles siempre quieren colar por puntos y aparte. O sea, esto: "Todo intento encaminado a romper total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas".

Además de esto otro: "Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se podrá interpretar en el sentido de que autorice o fomente cualquier acción encaminada a romper o menoscabar, total o parcialmente, la integridad territorial de los Estados soberanos e independientes que se conduzcan de conformidad con el principio de igualdad de derechos y de libre determinación de los pueblos antes descrito, y estén, por tanto, dotados de un gobierno que represente a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción por motivos de raza, credo o color".

Y, ahora sí, punto y final.

En España

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