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José Antonio Martínez-Abarca

Piqué deja por fin el partido de Roca

Su encendida defensa de la economía de mercado libre y la competitividad, siendo ministro de Industria, creemos que era sincera, algo más de lo que pueden decir tantos democristianos del PP, pero todo lo demás parecía de prestado.

Lo reconocía el propio Josep Piqué, ya ex presidente del PP en Cataluña, en una entrevista de hace pocos años: pese a su imagen de templado, en realidad es un temperamental y se emociona con facilidad. El problema es que ha sido temperamental para aquello para lo que no le pagaban, y por contra un minino o un sangre de nabo para lo que sí. Se supone que encontrará trabajo con facilidad en otra parte, pero esta vez que no será representando a la competencia.

En cuanto le tocaban el corazoncito nacionalista, aparecía el sanguíneo león, la fiera sentimental, el depredador solariego, el presto rayo, las potencias y las furias. En cambio, cuando se trataba de defender los principios morales y políticos que se supone que inspiran a un partido nacional como el PP le hacían una transfusión de horchata en vena, sacaba a pasear al personaje Piqué, el superviviente, tan celebrado por los enemigos de España; se colocaba sus antiparras de tasador de joyas y empezaba a considerar en catalán, con esa su voz mañanera que tan agradable hacía los despertares del Oasis, si pesa más un kilo de paja o un kilo de plomo, todo con tal de que no lo confundieran con nadie de las listas del PP excepto María de la Pau Janer.

El personaje Piqué, el tubérculo político, engañó a algunos todo el tiempo o bien a todos algún tiempo, y le hicieron portavoz del Gobierno Aznar precisamente porque parecía poder representar a quien no era. La misma confusión entre continente y contenido le llevó a la presidencia del PP catalán, hasta que se ha cansado de simular sus diferencias con Unió y por fin ha salido el que reconocía que era en aquella entrevista. Alguien que es capaz de dejar tirado al PP a pesar de no haber pertenecido íntimamente a él jamás. Alguien que por fin parece vivo, fuera ya de ese color monjil y ese cabello tirando a roedor con que aparecía demudado cuando tenía que explicar su contemporización con lo inexplicable, pero que si se hubiese mostrado desde el principio no nos habría hecho perder tanto el tiempo, ni tampoco lo habría perdido él.

Su encendida defensa de la economía de mercado libre y la competitividad, siendo ministro de Industria, creemos que era sincera, algo más de lo que pueden decir tantos democristianos del PP, pero todo lo demás parecía de prestado. Y, con lo que ha hecho ahora con el partido que presidía, por lo visto era algo más que parecerlo. Con la dimisión de Piqué se pone punto y aparte, o mejor final, a uno de los efectos perversos de la tiranía de la actualidad: Piqué ha estado tan ocupado todo este tiempo entre Madrid y Barcelona que se acaba de enterar con pavor que no estaba presidiendo la facción local del partido reformista de Miquel Roca.

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