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Ignacio Villa

El fracaso de la ambigüedad y los complejos

Con Piqué queda demostrado que cuando el Partido Popular renuncia a sus principios se desmorona estrepitosamente.

La dimisión de Josep Piqué al frente del Partido Popular catalán no ha sido una sorpresa. Es evidente que era algo que ya tenía pensado desde hace tiempo. Simplemente ha esperado la oportunidad de tener una excusa con la que justificar una pataleta, despidiéndose de mala manera, por la puerta de atrás.

Piqué deja el Partido Popular de Cataluña como un erial, con una pérdida considerable de votos a nivel local y autonómico. Ha diluido el mensaje del PP por sus complejos ante el nacionalismo e intentado desmontar la estructura del partido, destruyendo todo lo que había heredado y buscando obsesivamente ocupar un espacio político que nada tenía que ver con la derecha nacional española y que sólo tenía como base las obsesiones personales del líder de los populares catalanes.

Las formas con que Piqué se ha ido del PP catalán son las de un mal perdedor, lo que no deja de ser una razón más para concluir que esto es lo mejor que le podía haber pasado a los populares catalanes. Ahora tienen la tarea de recuperar todo el terreno perdido. Tienen que ser conscientes de que, estando tan cerca las generales, no tienen margen para la duda. El Partido Popular es un partido nacional, con un mensaje único e inequívoco en toda España. Quienes lo representen en Cataluña deben dejar de lado las ambigüedades, los aprendices de brujo, los juegos malabares, los coqueteos con los nacionalistas. No pueden debilitar los mensajes que tan útiles han sido para ganar elecciones ni buscar diferencias con el resto del PP.

Josep Piqué siempre ha jugado a ir por libre. Ha criticado a Ángel Acebes, Eduardo Zaplana o Jaime Mayor Oreja como si el político catalán tuviera la llave del éxito del PP, pese a que no ha hecho más que fracasar. Ha sido ambiguo en muchas cuestiones claves. Se equivocó en su planteamiento con la estrategia sobre el Estatuto catalán o pasó de puntillas sobre la OPA de Gas Natural sobre Endesa. Pero ojo,  que Pique no está sólo. Su forma de hacer las cosas se asemeja y mucho a la de Alberto Ruiz Gallardón, a quien de hecho le ha faltado tiempo para lamentar la marcha de Piqué.

Piqué deja el Partido Popular de muy mala manera, propia de quien llegó a la política directamente de ministro y que no estaba dispuesto a aceptar que en esa actividad sólo triunfa quien aguanta. Él nunca estuvo dispuesto a aguantar el tirón, y por eso se va ahora a su casa. En Génova deberían tomar buena nota de  esta experiencia para evitar que se repita. El Partido Popular tiene un carácter y una identidad propios. Renunciar a ellos se traduce siempre en una caída libre. Ha pasado en Cataluña y puede pasar en más lugares si se dejan llevar por el miedo al que dirán la izquierda y los nacionalistas. Con Piqué queda demostrado que cuando el Partido Popular renuncia a sus principios se desmorona estrepitosamente. El aviso es contundente.

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