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Rigoberto Stewart

Los gurús del comercio se equivocan

Al pagar menos por el arroz, todos esos consumidores tienen más dinero para consumir otros bienes: frijoles, carne, verduras, libros, zapatos, vestido y un largo etcétera. En todas estas actividades se incrementan la producción, el empleo y los beneficios

La ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio está estancada desde hace años, en parte porque los gobernantes de países subdesarrollados insisten que sus homólogos de países ricos eliminen los subsidios agrícolas, porque estos, al abaratar los bienes, causan perjuicios, aunque no se especifica a quién. Pero ¿son realmente perjudiciales esos subsidios? Todo depende, dice Alfredo Volio, que acaba de dejar el Ministerio de la Producción de Costa Rica para liderar el movimiento del "sí" al DR-CAFTA para al referéndum del próximo 7 de octubre.

En referencia a los bienes baratos europeos, Volio señaló: "Los subsidios no son del todo malos en este tipo de productos que deben ser importados por nosotros al no tener producción nacional; sin embargo, en otros sí existen repercusiones negativas, como por ejemplo en el arroz y algunas hortalizas, que los convierten en mercancías sumamente baratas en el mercado internacional, contra las cuales los productores nacionales no pueden competir". Esa postura, absolutamente errónea, está basada en la premisa de que la producción nacional de cualquier bien enriquece a la sociedad, aunque dicha producción no constituya la mejor solución para las necesidades de consumo de la población. Veamos.

Todos los seres humanos consumen bienes y servicios para su subsistencia y bienestar. Sus necesidades de consumo pueden resolverse únicamente de dos maneras: en autosuficiencia –cada persona produce, aisladamente, todo lo que necesita para vivir– o en cooperación con otros. El hombre resolvió sus necesidades en autosuficiencia hasta que descubrió el maravilloso principio de especialización e intercambio, donde dos o más individuos pueden resolver mejor sus necesidades de consumo si en lugar de producir todo lo que desean consumir, cada uno dedica sus recursos a los bienes y servicios que produce mejor, y luego los intercambia por aquellos que otros ofrecen en condiciones ventajosas.

De la aplicación generalizada de este principio surge el sistema de especialización e intercambio, una intrincada red de interrelaciones e interdependencias donde cada individuo produce un bien (o muy pocos) y obtiene todos los demás por intercambio. Este sistema es el único capaz de generar riqueza para cientos de millones de personas. No existe otro. Su motor es la satisfacción de necesidades de consumo. De hecho, el sistema genera la máxima cantidad de riqueza cuando cada participante encuentra, donde pueda, la mejor solución (la más barata) para cada una de sus necesidades de consumo.

Aclarémoslo con el ejemplo arrocero. Partamos de un precio de 400 dólares la tonelada para el grano de producción nacional, y analicemos dos escenarios. Escenario uno: se liberaliza el comercio y el arroz entra en el país a 200 dólares la tonelada. ¿Qué sucede? Todos los que consumen arroz (¿4 millones, quizá?) se enriquecen. Pero eso no es todo; hay una segunda ronda. Al pagar menos por el arroz, todos esos consumidores tienen más dinero para consumir otros bienes: frijoles, carne, verduras, libros, zapatos, vestido y un largo etcétera. En todas estas actividades se incrementan la producción, el empleo y los beneficios. Y los productores de todos esos bienes se enriquecen aún más. Los únicos que pierden son los grandes arroceros; pero sus pérdidas palidecen frente a las ganancias de la sociedad. Por esta razón deben incrementar su productividad o utilizar sus recursos para resolver otras necesidades de consumo de la población.

Escenario dos: en lugar de reducirla, el gobierno incrementa la barrera arancelaria y el arroz de producción nacional se vende a 600 dólares la tonelada. ¿Qué sucede? Todos los que consumen arroz se empobrecen. Pero eso no es todo; hay una segunda ronda. Al pagar más por el arroz, todos esos consumidores tienen menos dinero para satisfacer sus necesidades de frijoles, carne, verduras, libros, zapatos, vestido y un largo etcétera. En todas estas actividades se reducen la producción, el empleo y las ganancias. Y los productores de todos esos bienes se empobrecen aun más. Los únicos ganadores son los grandes productores de arroz; pero esas ganancias –tomadas de los consumidores a cambio de nada– palidecen con respecto a las pérdidas de la sociedad.

Como el concepto básico –que la riqueza social se genera a través de mejores soluciones para las necesidades de consumo de la población– elude la capacidad de discernimiento de nuestras "autoridades económicas", el craso y empobrecedor error de mantener caros los alimentos (mediante elevados aranceles) se volverá a poner sobre la mesa en la negociación con la Unión Europea. Llegado el momento, lo primero que hará el "equipo negociador de lujo" es lo que hace siempre: sacar una inmensa lista de todos los bienes y servicios cuyo ingreso en Costa Rica será vedado por ser excesivamente baratos, por constituir magníficas soluciones para las necesidades de consumo de los costarricenses pobres.

En esta nueva edición de la comedia comercial, donde actuamos como tontos tropicales, se gastarán cientos de millones de dólares para que la sociedad obtenga el 19% o menos de lo que hubiese podido obtener. El subdesarrollo es un problema mental.

En Libre Mercado

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