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Álvaro Vermoet Hidalgo

La educación, las religiones, la esperanza

Estoy en contra de que Arabia Saudí abra escuelas islámicas en España, pero a favor de que las escuelas religiosas españolas que respeten la Ley, sean cristianas, judías o musulmanas, puedan acceder al dinero público destinado a la educación.

Nicolas Sarkozy dedicó su libro La República, las religiones, la esperanza –que escribió como ministro de Interior y Cultos– al lugar que deben ocupar las religiones dentro de una República francesa que tiene el laicismo como valor fundamental. Asimismo, se ocupó del lugar del islam en la República. Creo que muchas de sus ideas, que rompen con el tradicional laicismo francés, pueden aplicarse en España a la hora de definir el papel de las religiones dentro del sistema educativo de un Estado aconfesional. Para Sarkozy –hoy presidente de la República– el laicismo no debe significar relegar la religión y la vida espiritual al ámbito estrictamente privado, sino proporcionar unas reglas comunes que faciliten, en igualdad jurídica, que todas las personas puedan vivir su religión y tener una vida espiritual (lo que llama "la esperanza").

"Se considera natural que el Estado financie un campo de fútbol, una biblioteca, un teatro, una guardería... pero cuando se trata de las necesidades de culto, el Estado no debería dar un céntimo", critica Sarkozy. Aunque no nos engañemos, lo que se esconde detrás del laicismo de izquierdas no es una voluntad liberal de que cada individuo financie lo que quiera –pues de ser así dirían lo mismo de los sindicatos o del cine español–, sino el deseo de excluir la religión y la moral de la vida pública, especialmente de la educación. Como dijo Sarkozy tras ganar las elecciones: "Hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de los intelectuales progresistas. Desde 1968 no se podía hablar de moral. Nos habían impuesto el relativismo. La idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo. Nos hicieron creer que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado. Que no había nada sagrado, nada admirable."

En relación al islam, Sarkozy parte de que, con cinco millones de musulmanes en Francia, el islam se ha convertido en una religión francesa. La pregunta, dice él, es si preferimos un islam de Francia o un islam en Francia. "¿Qué es mejor, imanes formados en el extranjero o imanes formados en Francia, de habla francesa?", se pregunta. En España, el Gobierno del PP creyó que sería mejor lo segundo, y exigió a los profesores de religión islámica una titulación en una universidad española. Pero sigamos con Sarkozy. El dilema que plantea es que, teniendo cinco millones de musulmanes, se puede elegir entre una religión transnacional con adeptos en Francia o en una versión francesa de esa misma religión. Dice Sarkozy: "Los musulmanes no están por encima de la Ley, pero tengamos cuidado de que no estén por debajo; lo peligroso no son los minaretes, sino los sótanos que albergan lugares de culto clandestino."

Nicolas Sarkozy cree que debe existir financiación pública para las grandes religiones y una formación nacional republicana a los ministros de culto, para proteger a Francia de injerencias extranjeras, como son las mezquitas saudíes, y garantizar el espacio que les corresponde a las religiones dentro del "laicismo", es decir, del cumplimiento de las leyes de la República. Y por eso ha ayudado al islam francés a organizarse mientras ha expulsado a imanes radicales, para no tener un islam clandestino y teledirigido desde Riad sino un Islam francés, dentro y no al margen de la República. Y por eso yo estoy en contra de que Arabia Saudí abra escuelas islámicas en España, pero a favor de que las escuelas religiosas españolas que respeten la Ley, sean cristianas, judías o musulmanas, puedan acceder al dinero público destinado a la educación.

Ese es el laicismo de Sarkozy: una República en la que quepan las religiones, en la que participen y tengan cabida en la vida pública, pero bajo unas normas comunes e iguales. Traducido al asunto de la educación en España: no es integradora la escuela pública que se desentiende de la educación moral, sino la que ofrece un espacio para atender la educación espiritual, donde quepan las tres grandes religiones –islam incluido– pero donde también rijan unas mismas normas comunes. Es mejor una religión islámica integrada en nuestras escuelas, con profesores pagados y supervisados por el Estado, con currículos conocidos, que una formación islámica clandestina o que impulsarles a acudir a colegios islámicos financiados desde el extranjero.

No se trata de defender el intervencionismo estatal, sino de criticar que el Estado tenga un sistema educativo propio en el que no tengan cabida las religiones y que, por tanto, aliente el antioccidentalismo. Además, desde una perspectiva académica parece útil la idea de Sarkozy de "conocer y estudiar las tres grandes religiones o, en su defecto, una materia sobre las grandes ideas que tienen en común" y por eso parece que la asignatura de Sociedad, Cultura y Religión que ideó el PP, con una rama confesional y otra aconfesional, es la solución más integradora dentro de un modelo que no tendría por qué definir el Estado si hubiera total libertad de elección, que es como definió Rajoy al cheque escolar.

El modelo de integración no consistiría en una escuela donde los musulmanes no tengan cabida pero tampoco en una donde no rijan las normas españolas para los musulmanes. Una escuela pública integradora sería aquella que ofrece un espacio a las religiones pero que impone unas normas comunes y no permite, por ejemplo, que las niñas, por ser musulmanas, vayan tapadas por un velo. En España, el PSOE se ha negado, en el Consejo Escolar, a elaborar una normativa –cualquier normativa– que regule los atuendos religiosos en la escuela pública antes de que nos encontremos con niñas que van a clase con burka (lo cual, por cierto, no es libertad individual, sino un desafío a los valores democráticos).

Ninguna persona racional acusaría de islamofobia a Sarkozy cuando afirma: "Yo me quito los zapatos al entrar en una mezquita, quítese el velo al entrar en una escuela". O cuando defiende la expulsión de los imanes más radicales a la vez que ayuda a la organización del islam en Francia. El laicismo de Sarkozy define lo que aquí llamamos "Estado aconfesional": las religiones tienen derecho a participar en la vida pública –y en la enseñanza– dentro de un marco normativo estatal igual para todas ellas. Y el islam está ya en España; el objetivo debe ser convertirlo en una religión más, adaptada a las leyes y costumbres de la Nación, dejando claro que el modelo de integración se basa en recibir los mismos derechos y respetar unas leyes iguales para todos.

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