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Daniel Sirera

Progresistas de pacotilla

No estaría de más que los socialistas catalanes tomasen buena nota, por ejemplo, de la forma de hacer de Gallardón y Aguirre en el Ayuntamiento y en la Comunidad de Madrid.

A lo largo de los últimos veinte años, los partidos de izquierdas que hoy forman el tripartito hicieron de la paralización de la construcción de nuevas infraestructuras ferroviarias, viales o de transporte energético, una forma de hacer oposición demagógica a los gobiernos de Pujol en Cataluña y de Aznar en España. Socialistas, independentistas y ex comunistas reconvertidos no sólo se apuntaron a todas las plataformas existentes sino que crearon muchas otras con el único objetivo de ocupar el poder. En los últimos años, los miembros del tripartito se han opuesto a la línea de alta tensión de Bescanó, han estado y siguen estando en contra de la interconexión eléctrica con Francia, se opusieron al pantano de Rialp, han pedido el cierre de las centrales nucleares de Vandellós y Ascó, pusieron problemas medioambientales a la construcción de la tercera pista del aeropuerto y participaron en plataformas en contra de la llegada del AVE a Barcelona.

En nombre de una sostenibilidad mal entendida, se han puesto trabas a cualquier acción que facilitara unas buenas comunicaciones e infraestructuras hasta el punto de caer en la contradicción y el ridículo. Los miembros del tripartito dicen apostar por las energías alternativas pero se niegan a la implantación de parques de energía eólica por su impacto visual, dicen apostar por la energía solar pero se niegan a conceder permisos para la instalación de campos de placas solares. Las contradicciones de la izquierda hacen que Cataluña no avance porque no pueden crearse nuevas empresas por falta de suministro ni nuevos polígonos por falta de conexiones. Ellos son los verdaderos responsables del déficit de infraestructuras que sufre Cataluña.

Ahora que están en el Gobierno necesitan encontrar enemigos exteriores para justificar su ineficacia y mala conciencia. Cuando no es el PP, es Madrid (como los nacionalistas definen a España), y cuando no, es culpa de los ciudadanos o del azar, de Aznar o de Pujol. Ha llegado la hora de que el tripartito alcance la mayoría de edad y abandone el victimismo. No estaría de más que los socialistas catalanes tomasen buena nota, por ejemplo, de la forma de hacer de Gallardón y Aguirre en el Ayuntamiento y en la Comunidad de Madrid. Un buen gobernante debe elegir y priorizar en lo que se gasta el dinero. El PP lo tiene claro: las infraestructuras son clave para el desarrollo y el progreso de los ciudadanos. Gastar nuestro dinero en la plataforma pro selecciones deportivas o en estudios millonarios sobre el grado de hibridación de la codorniz japonesa con la codorniz común no parece la mejor manera de ofrecer a los catalanes los instrumentos necesarios para garantizar nuestro progreso.

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