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La guerra que perdió España

El PSOE de Zapatero está perdido para la comunidad occidental y nuestros aliados. El PP debiera comenzar a ganárselos decididamente. Es el destino de España, en tanto que nación responsable, lo que está en juego.

España perdió la guerra de Irak por dos causas: la primera, porque el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se retiró voluntaria y precipitadamente de la misma alegando que las causas de la intervención eran ilegítimas, el método ilegal y las implicaciones desastrosas. Desde entonces España ha sido vista por socios y aliados como un país poco serio en el que no se puede confiar.

La segunda razón por la que España perdió Irak se debe a la actitud timorata del Partido Popular. Si bien sus líderes pensaron en su día que la intervención para derrocar a Saddam era una causa justa, deseable y necesaria, el fracaso de una victoria rápida, los errores de la administración norteamericana y la impresión de que la victoria se volvía imposible por culpa de una violencia galopante llevaron a que los conservadores españoles prefirieran evitar el tema de Irak en sus discursos y que, incluso, se negaran a rebatir argumentos, normalmente bajo la forma de acusaciones maniqueas. La idea de que la guerra de Irak estaba detrás de la derrota del 14-M no por irracional ha dejado de seguir viva.

Toda causa necesita de dos cosas para contar con apoyo social: sentirse como algo legítimo y contar con una perspectiva de victoria razonable. Para el PSOE, dar legitimidad a la situación en Irak era y sigue siendo algo impensable a pesar de que su querida ONU admita lo contrario y esté ahora dispuesta a tener un papel más importante en Irak. Para el PP, que la situación siga pareciendo caótica y que el debate mediático en Estados Unidos gire sobre cómo gestionar una derrota hace que sea mejor no mentar la bicha. Ambas actitudes se refuerzan. Aún peor, refuerzan la posición del actual Gobierno de Rodríguez Zapatero ya que lo único que se dice, se habla y escucha es lo mal que va Irak, lo malo de la intervención, la ilegalidad de la guerra y todo eso a lo que estamos acostumbrados.

Todavía peor es que ambas actitudes niegan la realidad de los hechos: no sólo la intervención contó con una causa justa, sino que, a pesar de los numerosos errores cometidos en estos últimos años, hoy es más visible que nunca que la derrota no sólo no está cerca, sino que podría evitarse.

Ambas actitudes se han quedado congeladas en visiones de un Irak y un debate que ha sido superado con los hechos. La nueva estrategia americana, el llamado surge, está dando sus resultados y eso es algo que ni siquiera los demócratas ya niegan en Washington. La nueva estrategia no es sólo una cuestión de cantidad de número de soldados desplegados, sino, posiblemente, de cambio de aproximación militar al problema de la violencia en Irak. Ya no se trata solo de dar caza a los miembros de Al Qaeda que actúan en la zona desde unas bases donde las tropas aguardaban la acción acantonadas, como la caballería en el lejano Oeste. Ahora se trata esencialmente de dar seguridad directa a los ciudadanos. Y eso, en la forma de patrullas conjuntas con las fuerzas de seguridad y el ejército iraquí, está dando sus frutos. La violencia sectaria disminuye y los atentados de Al Qaeda son cada día más repudiados por los propios iraquíes, sean sunníes, chiíes o kurdos. El hecho de que los últimos atentados se hayan producido fuera de Bagdad es una buena prueba de que algo está cambiando sobre el terreno. Y para bien.

El PSOE no va a cambiar su discurso sobre Irak porque cree que a eso se debió el vuelco electoral del 14-M (y los atentados del 11-M que lo provocaron en primera instancia). Pero el PP debe cambiar su silencio cuanto antes y perder el miedo a la confrontación ideológica sobre Irak. No habría nada más patético que una victoria en Irak con un Gobierno socialista en España que dejó a los aliados en la estacada y, aún peor, se desentendió del destino de los iraquíes, y un partido de la oposición que renuncia a defender la causa de la democracia y la victoria sobre el terrorismo, justo cuando todo eso empieza a ser imaginable en Irak.

El PSOE de Zapatero está perdido para la comunidad occidental y nuestros aliados. El PP debiera comenzar a ganárselos decididamente. Es el destino de España, en tanto que nación responsable, lo que está en juego.

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