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Cristina Losada

Fazañas de un ZP global

Carter, en fin, ha sido un pionero del buenismo, un maestro Ciruela de nuestro ZP. Ambos representan a ese tipo de políticos presuntamente bienintencionados que provocan desastres al por mayor y los dejan como legado.

Los consejos de Carter sobre el modo de resolver el "problema" de ETA deben de juzgarse en su contexto. En el contexto del historial político del ex presidente de Estados Unidos y, en especial, de los episodios de terrorismo que hubo de gestionar. Realizada esa rememoración, cualquier persona razonable se sentirá imbuida por la euforia o sufrirá, por lo menos, un acceso de optimismo antropológico. Si el paso de Carter por la presidencia del país más poderoso del mundo no acabó con esa nación, si el mundo libre sobrevivió seriamente tocado pero no del todo hundido, hay motivo para mantener cierto grado de esperanza. Claro que sólo fueron cuatro años. Pero qué cuatro años.

Ciñéndonos únicamente a la política exterior del sabio y con suma brevedad, hay que poner en su haber hazañas como las siguientes: su retirada del apoyo a un dictador nicaragüense, que abriría las puertas a otra dictadura peor, la sandinista; la parecida jugada con el Sha, que supondría la instalación en Irán de Jomeini, quien en dos semanas multiplicó, asesinando a 20.000 personas, los crímenes y abusos del régimen anterior; su gestión de la toma de la embajada de EEUU en Teherán en 1979, que brilla como ejemplo de la negociación con terroristas que nos aconseja en España: 444 días permanecieron detenidos y maltratados los 52 rehenes. El simpático Jimmy tardó un año en darse cuenta de la inutilidad de negociar y entonces, ordenó una operación militar que fue un fracaso y se saldó con ocho soldados muertos. Los ayatolás premiaron su voluntad dialogante soltando a los rehenes el mismo día en que Reagan tomaba posesión y él abandonaba la Casa Blanca. Entremedias, la URSS juzgó que podía invadir Afganistán sin que pasase nada. La represalia de Carter estuvo a la altura de las expectativas comunistas: declaró el boicot a los Juegos Olímpicos moscovitas.

Una cosa lleva a la otra, así que la era de Jomeini condujo a la guerra Irán-Irak y ésta al fortalecimiento de Sadam Husein, que ahí contó con el respaldo de Occidente. Los clérigos iraníes, mientras tanto, desarrollaron y exportaron el terrorismo islamista. En Afganistán, la presencia soviética movió a insuflar vida a los talibanes, que cuando llegó su hora, aparte de enseñarse con la población, cobijaron a las huestes de Bin Laden. Los que repiten que este terrorista millonario es una criatura de la CIA olvidan siempre que detrás de esta cadena de errores y horrores se hallan las decisiones e indecisiones del inefable y admirado Jimmy Carter. Un político que trató a Ceaucescu de "gran líder nacional e internacional" y que cultivó una amistad con Arafat y una repulsión hacia Israel que ha ido en aumento con los años. Por buenas razones. Su fundación recibe donativos sustanciosos del lobby árabe. Desde el rey Fahd hasta la familia Bin Laden, todos contribuyen a que Carter se recorra el mundo asesorando: los Emiratos Árabes Unidos, un think tank de Abu Dhabi que difunde la negación del Holocausto, la monarquía absoluta de Omán o el segundo en la línea del trono de Marruecos. La vena anti-israelí de Jimmy se ha inflamado tanto que recientemente dimitían, por ello, catorce de sus asesores.

De los últimos tiempos se recuerdan su mediación con Corea del Norte, que indujo a Clinton a subvencionar el programa nuclear del dictador Kim; su visita a Fidel Castro; su espaldarazo a Hugo Chávez; sus ataques a Bush y a la intervención en Irak; su buen rollo con Ahmadineyad, que le montó lo de la embajada; su justificación del terrorismo suicida palestino y su defensa de Hamás. Es natural que este ex presidente americano concite el aplauso de la progresía del orbe, que le perdona incluso su profunda religiosidad. Carter, en fin, ha sido un pionero del buenismo, un maestro Ciruela de nuestro ZP. Ambos representan a ese tipo de políticos presuntamente bienintencionados que provocan desastres al por mayor y los dejan como legado. Jimmy batió un récord en solo cuatro años.

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