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Phyllis Chesler

Mi problema con el New York Times

No creo que la parcialidad o la influencia de los principales medios cambie a corto plazo. Y podría empeorar mucho con las crecientes compras saudíes de acciones en medios americanos.

En tiempos solamente leía y escribía para los medios más izquierdistas, radicales y feministas sobre la faz de la tierra. Con reluctancia y permanente sospecha leía un solo periódico "adulto": el New York Times. Después de todo, era el diario de mi ciudad y siendo tan provinciana como la mayor parte de los habitantes de Manhattan, de alguna manera aún creía que el Times cubría las noticias de una manera más objetiva, sofisticada y avanzada que el resto.

Aún estoy suscrita y leo el Times, pero nunca en primer lugar y en ocasiones nada en absoluto (me encanta cómo cubren las bodas y normalmente miro sus esquelas). Pero el deber llama y, como guerrera cultural en las trincheras, para hablar tengo que leerlo.

Sin embargo, ahora leo en primer lugar el New York Sun, el Wall Street Journal, el New York Post, el Weekly Standard, el New Republic, Commentary, el Middle East Quaterly los medios judíos americanos, los periódicos online israelíes y de Oriente Medio y, a continuación, visito alrededor de 25 páginas web en Internet empezando por Frontpage y Pajamas Media para prepararme para la tesitura de leer el Periódico de Referencia.  Sí, el mismo diario que enterraba las noticias sobre el Holocausto en sus últimas páginas; el que hoy escoge y coloca fotografías y les pone unos pies de tal modo que al final sus lectores han llegado a creer que en realidad Israel es un Estado que practica el apartheid y que todos los palestinos, incluyendo a los terroristas suicida, los que los envían y los multimillonarios que los financian son las inocentes, desarmadas y desposeídas víctimas de la agresión judía e israelí.

El otro día, en concreto el 11 de agosto, ¿saben qué nuevo ultraje me dejó ciega y me obligó a buscar la medicación de la tensión? Allí, justo en la portada del Sunday Times, había una fotografía a cuatro columnas de ancho y cinco pulgadas de alto. No guardaba relación con los mineros que en aquel momento, de manera dramática, se encontraban trágicamente atrapados en Utah.

Nos mostraba un hombre solo (el héroe-extranjero existencial de Camus, quizá el solitario civil de Kafka que hace frente a una burocracia anónima) junto a una larga carretera rodeada por una elevada pared. El reportaje se titulaba: Una carretera segregada en una tierra ya dividida. Una vez más, se trataba de los intentos israelíes por defenderse de los ataques terroristas mediante la construcción de una barrera de seguridad e, increíblemente en este ejemplo, de permitir a los palestinos de Cisjordania (aquellos que no forman parte de los 1,2 millones que viven en Israel como ciudadanos israelíes) viajar de Ramala a Belén sin controles, sin ser detenidos, sin tener que tratar con soldados israelíes.

Sería de pensar que era algo digno de celebrar. Pues no. De hecho, el pie de foto rezaba: La falta de salidas mantendrá a los palestinos fuera de Jerusalén. No recuerdo una entradilla similar acerca de cómo se impide a judíos y cristianos practicar sus religiones en Arabia Saudí o Pakistán o en sus propios lugares sagrados en territorio de posesión musulmana. Y como ha señalado brillantemente Paul Berman, el Times ha exaltado el fascismo en sus reseñas abiertamente efusivas del trabajo de Tariq Ramadán, el nieto del fundador de la Hermandad Musulmana que ahora enseña en Oxford y publica en su distinguida editorial.

Cuando la yihad islámica se intensificó contra Israel en el 2000, comencé a documentar meticulosamente tales prejuicios mediáticos. Escribí artículos, di conferencias, y perdí a antiguos amigos y colegas (izquierdistas, claro) por hacerlo, pero he encontrado otros nuevos. Tuve suerte de que emergieran HonestReporting, Camera y el MEMRI, que hacen precisamente esa labor de forma espléndida. Merece la pena observar que, dado que el Times es aún tan enorme se puede permitir gastar dinero y ofrecer unas migajas para tapar su considerable desnudez moral.

Así, el periódico también ha publicado reportajes inspirados y "correctivos" de Nicholas Kristof, Christopher Caldwell y David Brooks –incluso de vez en cuando de Thomas Friedman– acerca de temas tales como el apartheid islámico religioso y sexual y sobre Oriente Medio. Y déjeme admitir que aún leo su Sunday Book Review, que aunque decidió no reseñar mis dos últimos libros (la primera vez en mi caso, pero una experiencia muy educativa) aún sigue siendo una lectura esencial. No obstante, las reseñas del New York Sun, el Wall Street Journal o el Weekly Standard también lo son.

He aquí el problema: a pesar de las críticas continuas a su labor, el Times sigue siendo un importante guardián cultural. Si una película, una ópera, un ballet o un concierto aparecen examinados en sus páginas, la obra existe. De lo contrario, tanto ella como su creador se hacen casi invisibles. Una buena crítica en el Times (y he tenido dos buenas críticas de portada en el ejemplar de los domingos, he aparecido en la portada de su revista, he sido entrevistada y publicada en sus páginas cientos de veces), inevitablemente conlleva ventas de libros, conferencias y apariciones mediáticas, mayores perspectivas de publicar e invitaciones a concurridas fiestas sociales. Hace más que eso: garantiza que tus ideas se pongan a disposición de un gran número de personas.

Si esto es cierto de la cultura, imagine la influencia que ostenta el Times en su cobertura de la guerra, la política, la política exterior o la Presidencia.

No creo que la parcialidad o la influencia de los principales medios cambie a corto plazo. Y podría empeorar mucho con las crecientes compras saudíes de acciones en medios americanos.

Sin embargo, existen motivos de esperanza. Cuento con Internet para competir eficazmente con ellos. La mayoría de las personas de menos de 30 años recurre a Internet en busca de sus noticias, no a periódicos de papel, o eso me indican tanto mi hijo como diversas encuestas. Más que la cancelación de suscripciones por parte de enfurecidos lectores, posiblemente eso sea la principal razón de que la circulación del Periódico de Referencia haya caído en picado.

Y ahora, habiéndome quitado este peso de encima, estoy preparada para plantarle cara al ejemplar de hoy.

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