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Amando de Miguel

Técnicas para alargar el discurso

El arte de las comparaciones ingeniosas consiste en el contraste de la conducta del interlocutor o de la situación que se describe con un extremo exagerado. El contraste resulta tan dislocado y sorprendente que mueve a risa.

Vacíos semánticos

Hay voces que no pretenden significar nada. Las más elementales son resoplidos, sonidos inarticulados (hm), interjecciones (¡oh!), partículas (el ché de los valencianos o los rioplatenses, el estó de muchos hispanoamericanos). Un poquito más elaboradas son algunas palabras prohibidas (los tacos o malas palabras con sus correspondientes ñoñismos) que vienen a ser exclamaciones. La más corriente en los españoles europeos es coño. Debe quedar claro que el recurso a esos tacos de forma sexual o escatológica no tiene ninguna función semántica. Más aún, no significan nada, al igual que los otros ejemplos de vacíos semánticos. Su función es la de apoyar el discurso, ganar tiempo en la exposición. Esos mismos objetivos se logran con locuciones que parecen más hechas y con más sentido, pero que, al repetirlas, se vacían igualmente de contenido. Aquí entran las modas, lo que se estila en cada momento.

Veamos algunos ejemplos:

  • de algún modo, de alguna forma, de alguna manera
  • en este sentido
  • en gran medida
  • por supuesto
  • en cualquier caso
  • dicho lo cual

Algunas de esas locuciones vacías de sentido proceden del inglés, sin que los hablantes se percaten de esa imitación. El inglés es un idioma más cortante y escueto, que necesita el apoyo de los vacíos semánticos para dar cuerpo y solidez al discurso. Pero el español es un idioma que ya posee suficientes arabescos, por lo que destaca todavía más la inutilidad semántica de las expresiones dichas. Si se recurre a ellas es para dar autoridad al discurso. De ahí que se utilicen mucho en el lenguaje culto.

Muletillas

Un caso particular de los vacíos semánticos es de las muletillas. Son palabras o locuciones que se repiten al principio o al final del discurso con el aparente fin de llamar la atención. En la práctica, dada su reiteración, pueden llegar a producir cansancio en el interlocutor. Claro que su carácter reiterativo hace que se oigan, pero que no se escuchen. Las muletillas típicas suelen tener un carácter vocativo, imperativo o interrogativo con el fin de retener la atención del interlocutor:

  • ¿sabes?
  • ¿entiendes lo que quiero decir?
  • escucha, oyes
  • hombre
  • tío (tía), colega

Comparaciones ingeniosas

Hay que insistir en una de las funciones latentes del hablar. Es la que busca el aire festivo de la conversación, provocando la risa (o por lo menos la sonrisa o la medio sonrisa) de los interlocutores. Un recurso muy estudiado es el de las “comparanzas” o comparaciones jocosas. Es sabido que en la cultura de los hispanohablantes se premia el ingenio, esto es, la inteligencia capaz de suscitar admiración y regocijo. El arte de las comparaciones ingeniosas consiste en el contraste de la conducta del interlocutor o de la situación que se describe con un extremo exagerado. El contraste resulta tan dislocado y sorprendente que mueve a risa. Aunque la función real no es tanto el humor a través de la sorpresa, puesto que muchas de las comparanzas simplemente se repiten, se han oído muchas veces. No se trata tanto de probar el ingenio del hablante como de reconocer su habilidad con las palabras y las imágenes. Estamos próximos al chiste. La gracia está en recordar y contar el chiste en el momento oportuno con el ánimo de distender la conversación. Ese mismo fin lo cumple la comparanza. Para ello se recurre a las alusiones de material sexual o escatológico, el estigma que se coloca sobre papeles sociales desprestigiados. Lo interesante es que los dichos así citados sean introducidos en la conversación sin ánimo de fijarse en sus contenidos. El interlocutor no debe dar señales de que le sorprende la comparanza por muy dislocada que sea. He aquí una lista mínima de los miles de comparanzas que circulan:

  • más barato que un bocadillo de bellotas
  • más caliente que la plancha del chino [porque el chino de la lavandería no para de trabajar]
  • más delgado que la radiografía de un silbido
  • más salao que moco de marinero
  • más serio que el orinal del Papa
  • más manchas que recibo de mecánico
  • miente más que la semilla de pepino [muchas de ellas son estériles]
  • más nervioso que un ciego en un estriptís
  • más viejo que cagar agachado
  • trabaja menos que el fotógrafo del BOE [Boletín Oficial del Estado, publicación que no suele contener material gráfico]
  • más lento que el caballo del fotógrafo [el caballito de cartón de los fotógrafos tradicionales]
  • tiene más hambre que el perro de un afilador [de cuchillos], que se come las chispas por comer algo caliente

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