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Amando de Miguel

La técnica de componer frases

Algunos extranjeros idiomáticos se maravillan de esa facilidad de los hispanoparlantes para mantener varios diálogos a la vez en medio de una conversación generalizada. Lo facilita una fonética clara y sobre todo el recurso de los barroquismos.

Alargamientos

El habla de los hispanoparlantes adolece de múltiples formas de perífrasis y circunloquios, que son otros tantos recursos para alargar innecesariamente el discurso. El principio barroco es: cuantas más palabras, mejor. Veamos algunos ejemplos de ese despilfarro léxico:

  • ni poco ni mucho (= algo)
  • más pronto que tarde (= enseguida, inmediatamente)
  • más tarde o más temprano (= alguna vez)
  • nada más y nada menos (= asombroso)
  • muy mucho (= muchísimo)
  • primero de todo (= primero)
  • casi casi (= casi)
  • uno detrás de otro (= muchos; referido a billetes de banco)
  • ambos dos (= ambos)
  • luego después (= además)
  • como que sí (= sí)
  • pero sin embargo (= pero)
  • a día de hoy (= hoy)

Las perífrasis y circunloquios se prodigan en toda suerte de anuncios, esto es, los dirigidos al público. Véanse algunas muestras:

  • ...hasta que no estén completamente apagados los motores
  • (= hasta que no se hayan apagado los motores)
  • el tren va a efectuar su entrada (= el tren va a entrar)
  • la lluvia hizo acto de presencia (= llovió)
  • están ustedes escuchando (= escuchan)

Epítetos (adjetivos automáticos)

Uno de los recursos del estilo consiste en apear de los consabidos adjetivos que llevan algunos sustantivos. Es una cuestión de equilibrio. Por un lado esos adjetivos, que podríamos llamar automáticos, facilitan el discurso, sobre todo el culto y oral. Pero por otro, eso es lo grave, contribuyen a adocenar el texto. El pequeño vicio de los adjetivos automáticos contamina particularmente los escritos periodísticos. La razón es que los periodistas tienen que escribir con premura. Aun así, harían bien en detenerse un segundo para ver de cambiar el adjetivo automático por otro que mejor le cupiera. Tampoco hay que caer en el otro extremo experimentalista o literario de buscar un adjetivo disparatado. Ese suele ser el menester de los poetas. En la prosa de la vida se impone el adjetivo cabal. Veamos un pequeño recordatorio de algunos adjetivos automáticos que se transmiten inercialmente:

Con el adjetivo delante Con el adjetivo detrás

pavoroso incendio

marco incomparable

largo etcétera

sensible pérdida

rabiosa actualidad

brillante exposición

siniestra catadura

merecido homenaje

enérgica condena

sincero agradecimiento

apretada agenda

densos nubarrones

tensa calma

ingente labor

público entregado

trágico accidente

Como puede verse, los epítetos suelen preferir la forma poética del adjetivo delante.

Asombra el número y variedad de fórmulas que se utilizan para alargar innecesariamente el discurso. ¿Cómo se explica una conducta léxica tan poco económica? Está la consideración estética. El adorno es imprescindible en los objetos de la vida cotidiana, en el vestido, en la presentación de los alimentos. Hay un argumento más racional. El que habla o el que escribe necesitan tiempo para pensar mientras emiten sus pensamientos. Si fueran más escuetos o directos en la expresión, el tiempo para pensar se reduciría mucho. Pero lo fundamental es que el lector, el oyente o el interlocutor se sienten a gusto con la expresión barroca. No solo la encuentran familiar, sino que de esa manera pueden permitirse la tranquilidad de no leer o no escuchar todas las palabras que reciben. No es menor utilidad la que se produce en muchas conversaciones espontáneas o amistosas: el conjunto mantiene varios diálogos a la vez. Algunos extranjeros idiomáticos se maravillan de esa facilidad de los hispanoparlantes para mantener varios diálogos a la vez en medio de una conversación generalizada. Lo facilita una fonética clara y sobre todo el recurso de los barroquismos que hemos visto.

Hay una prueba de que los barroquismos son más útiles de lo que parece. El dominio de esos recursos es el mejor indicio de que un extranjero lingüístico empieza a dominar el español.

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