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EDITORIAL

En Asturias se duerme muy bien, en Durango no tanto

Convencidos de que aquí el malo es el PP, unos pensaban que con los chicos de la gasolina cebándose con los cajeros era suficiente, otros que los etarras serían incapaces de meter 100 kilos de bombas en una furgoneta y hacerlos estallar

La peculiar lógica criminal de la banda terrorista ETA no ha cambiado lo más mínimo en sus cuarenta años de historia. Sigue intentando llevar a cabo lo único que sabe de verdad: matar y sembrar el pánico, ya sea en Durango, en Madrid o donde se le presenta la oportunidad. Si bien la impericia y la desorganización de sus cuadros han evitado hasta la fecha la masacre que busca la dirección de la banda, pensar como piensa el Gobierno que ETA tiene, en el fondo, una parte civilizada con la que se puede dialogar es un disparate que más tarde o más temprano se terminará pagando.

La ETA sólo conoce un tipo de diálogo que es el que conduce a darle la razón. Si no llega a esa conclusión la banda procura hacer el mayor daño posible con la mayor espectacularidad posible. De ahí que sus dirigentes sean tan amigos de los coches bombas y los lugares donde la respuesta mediática va a ser inmediata. La furgoneta de Durango iba cargada de unos 100 kilos de explosivos, suficientes para provocar una auténtica carnicería en la localidad vizcaína. El Gobierno y los adalides de la rendición pueden decir misa y hacer la lectura políticamente correcta que quieran, lo que no pueden ocultar es el amasijo de hierros que ha quedado tras la deflagración. Ese es el único idioma que hablan los etarras, desconocemos por qué tantos en política pretenden responderles cortésmente y en correcto castellano.

El Gobierno, por su parte, debería hacer frente de una vez por todas a la realidad y dejarse de frustrantes brindis al sol con los que tranquilizar a su electorado más radical. Por un lado la ETA quiere seguir matando, y eso no es problema del Partido Popular sino de unos terroristas que hasta anteayer eran los niños bonitos del Ministerio del Interior. Por otro, el Gobierno francés puede detener malhechores en su territorio pero no solucionar la papeleta a Zapatero, que lleva todo el verano vendiendo como propias las operaciones antiterroristas del Gobierno Sarzoky. La ETA, además, es un problema esencialmente español, tiene sus principales apoyos en España y son españoles los políticos y votantes que tratan de legitimarla en las urnas beneficiándose de lo fácil que es saltarse ciertas leyes cuando tocan al programa del partido en el Gobierno.

Por no hablar del comportamiento pueril e irresponsable de destacados dirigentes del Partido Socialista vasco. Han enmudecido a la fuerza los que, hasta ayer mismo, se quejaban de la politización en las fiestas de Bilbao. Politización que se debía, según ellos, a que el PP denunció públicamente los escoltas que sus concejales tienen que llevar durante los festejos mientras la canalla batasuna campa a sus anchas. Es normal que la familia socialista haya recibido la noticia del atentado con estupefacción. Y es que, a fin de cuentas, en plenas vacaciones y convencidos de que aquí el malo es el PP, unos pensaban que con los chicos de la gasolina cebándose con los cajeros era suficiente, otros que los etarras serían incapaces de meter 100 kilos de bombas en una furgoneta y hacerlos estallar. A la vista está que se han equivocado. Lo peor es que la mayoría ni con estas saldrán de su error. 

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