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EDITORIAL

La nueva vieja amenaza de ETA

Zapatero siempre tuvo la opción de romper con su política de pacto con los criminales y recuperar las políticas que tanto daño habían hecho a la banda. Y siempre la rechazó.

El grupo terrorista ETA ha vuelto a amenazar a los españoles con nuevos atentados, “golpeando las estructuras del Estado en todos los frentes”. Es decir, que no ha dicho nada nuevo. No ha cambiado en cuatro décadas de empeño criminal, y mil víctimas después sigue aferrada a sus objetivos secesionistas (y socialistas, tampoco lo olvidemos), y a sus métodos.

Cualquier observador superficial u ocasional de proceso de negociación de Zapatero con esta banda diría que los asesinos han cambiado su posición, tras el fracaso de las conversaciones. Pero en realidad no es así. En verdad, como se han encargado de recordar a cada ocasión y desde los dos comunicados en que hablaban de “alto el fuego” en marzo del pasado año, ni han renunciado a sus objetivos ni han hecho lo propio con los métodos. A lo más que llegaron fue a suspender algunos de ellos durante un tiempo. A eso el Gobierno lo llamó “proceso de paz”.

El nuevo comunicado no tiene, pues, ninguna novedad. Pero sí supone un nuevo ejercicio de presión al Gobierno, conscientes como son de los efectos que sobre el voto podría tener un nuevo acto criminal de quienes negociaron con Zapatero. Precisamente en esas negociaciones observaron hasta qué punto se mueve el presidente por cálculos políticos y el poder de la amenaza sobre su comportamiento.

Pese al fracaso, absoluto y sin paliativos, de la mayor apuesta política de Zapatero, por encima de la retirada de las tropas de Irak o el Estatuto de Cataluña, el Ejecutivo no acaba de decidirse por retomar la posición de firmeza, sin concesiones, ante la ETA. Se queda en una política de gestos que son sólo suficientes para la grey más fiel, pero que se quedan en nada ante el ciudadano medio, como ante la realidad.

Resultó especialmente esclarecedor el momento de la entrevista de hace una semana en que, tras adoptar falsamente el discurso de la dureza ante ETA, le espeta el periodista que si por tanto hemos vuelto a la política de hace cuatro años; esto es, la de Aznar. Zapatero dejó entonces claro que con esa forma de hacer política no se sentía en absoluto identificado. Sólo podemos darle la razón, por desgracia.

Desde el verano pasado, cuando el anunciado fracaso de la negociación comenzó a hacerse aparente, y ante la creciente presión por parte de ETA, Zapatero siempre tuvo la opción de romper con su política de pacto con los criminales y recuperar las políticas que tanto daño habían hecho a la banda. Y siempre la rechazó. Ha ido huyendo de la realidad – hacia adelante; hacia el abismo. Incluso con la T-4 derruida y aún humeante Zapatero escogió los términos etarras para referirse a las víctimas (accidentes) y se negó a zanjar rotundamente la relación con los etarras. Sigue siendo incapaz de hacerlo del todo.

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