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Rubén Osuna

Entre el pesimismo y el optimismo

Para rematar la faena, Rajoy encarga el programa del partido para las próximas elecciones generales a un siniestro personaje que pretende ilusionar a los españoles con temas como el cambio climático.

El optimismo se debe a la reciente creación de un nuevo partido político (Unidad, Progreso y Democracia, UPD) por parte de lo mejor del PSOE vasco, lo que puede ser el comienzo de un gran cambio en la política española. Si esa iniciativa tiene un moderado éxito en las próximas elecciones, lo mejor de los militantes y votantes tradicionales del PSOE que, por las razones que sea, y compartiendo valores esenciales, no se sienten identificados con el PP, pueden empezar a movilizarse.

Es más, un partido con este perfil, y liderado por personas de gran talla intelectual y ética, como Rosa Díez, Mikel Buesa o Fernando Savater (este desde fuera), más otros muchos que se irán sumando, puede dañar de forma letal, por contraste, la imagen de un PSOE cuya habilidad para embaucar con demagogia vacía no deja de sorprender. Siempre que se mantengan, ante todo, fieles a unos principios democráticos compartidos con la derecha política –en la misma medida en que la mayoría de los ciudadanos de este país, de derechas o de izquierdas, los comparten–, su consolidación tendrá un efecto muy positivo para todos.

El pesimismo viene, precisamente, con la actitud del PP, inútil para cuestionar la capacidad del actual Gobierno de enfrentarse a una situación delicada y peligrosa como la actual, y para generar un mínimo entusiasmo con propuestas factibles e interesantes. Zapatero viene anunciando el dispendio del superávit presupuestario en políticas sociales, y acusando a la derecha de insolidaridad por criticarlo. Rajoy no acierta a explicar, de forma clara y sencilla, lo peligroso de la situación económica y lo importante que sería contar con el margen de maniobra que ofrece ese pequeño superávit si la situación se complica. Además, no ha sabido cuestionar el burdo argumento de la política social “solidaria”, señalando por ejemplo que las ayudas por nacimiento beneficiarán igual a una familia rica que a una pobre. El despilfarro de ese superávit será más indignante aún, y más insolidario a la larga, si una crisis empuja a muchas familias a una situación desesperada y el Estado se queda sin recursos para ayudarlas. Qué fácil resulta condensar esta idea en unas pocas palabras, y qué difícil debe parecer a los portavoces del PP, y especialmente a su líder. No es de extrañar que merodeen los buitres.

Para rematar la faena, Rajoy encarga el programa del partido para las próximas elecciones generales a un siniestro personaje que pretende ilusionar a los españoles con temas como el cambio climático. Esta falta de claridad en las ideas, y de fidelidad a los principios (entreguismo en Cataluña o Andalucía, corrupción desvergonzada en Baleares), condenarán al PP a una victoria electoral pírrica en el mejor de los casos.

El nuevo partido de Rosa Díez o una fuerte crisis económica pueden tener un impacto en la trayectoria electoral del PSOE, e incluso en la capacidad de maniobra de un más que probable nuevo gobierno socialista, pero, incluso si ocurre, el efecto será lento. Quede claro que no es deseable una crisis. Las consecuencias de todo tipo serían terribles para todos. Una fractura interna del PSOE, en cambio, a falta de un castigo electoral sustancial –y de una alternativa estimulante para una amplia mayoría de españoles–, puede ser, con el tiempo, decisiva para corregir el rumbo suicida que este país se empeña en mantener desde hace 30 años.

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