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Víctor Llano

Reaparece un fantasma

Por muy asesino que sea, jamás disfrutaré con un espectáculo en el que se exhiba el acabamiento de un anciano enfermo. Carezco de la neurona que me permitiría disfrutar con el sufrimiento ajeno. Me basta con que los cubanos recuperen la libertad

Este viernes se les apareció a sus víctimas lo que queda del máximo líder de los cuatreros multimillonarios. Menos mal que nos cuentan que se está recuperando. De no recuperarse nos hubieran presentado su cadáver. No sé quién me pareció más esclavo, si el miserable que le entrevistó, o el decrépito tirano al que no permiten abandonar en silencio la escena de sus crímenes.

Por muy asesino que sea, jamás disfrutaré con un espectáculo en el que se exhiba el acabamiento de un anciano enfermo. Carezco de la neurona que me permitiría disfrutar con el sufrimiento ajeno. Me basta con que los cubanos recuperen la libertad que sólo podrán alcanzar después de que sus verdugos pierdan toda esperanza y asuman su barbarie.

Quien sin duda disfrutó del triste espectáculo que el viernes nos ofreció la televisión castrista es Trinidad Jiménez. En la isla de los cien mil presos se mantienen las situaciones que la secretaria de Estado para Iberoamérica quiere que se mantengan. El Gobierno español podrá seguir colaborando con la tiranía que destrozó la vida de cientos de miles de españoles.

También disfrutaría Hugo Chávez. Cuenta con un poco más de tiempo para intentar convencer a los herederos del coma-andante de que sin él no son nada y que lo mejor que pueden hacer por su futuro es entregarle las llaves del descomunal prostíbulo que rodea a las más de doscientas cárceles. Esperemos a ver quién, tras el gigantesco velorio, conserva las llaves del paraíso comunista. Puede que el gorila rojo no logre quedarse con lo que financió. Según Carlos Alberto Montaner, los que considera sus amigos le desprecian y se avergüenzan de tener que simular un respeto que están muy lejos de sentir.

Sólo queda esperar. Nadie hizo nada por las víctimas de la tiranía y nadie lo hará ahora que puede que éste cerca el principio de no se sabe qué. El viernes, entre decenas de patrañas, a Castro se le escapó una verdad: "Nadie sabe qué día se va a morir". Es cierto. Lo único que conocemos es el día en que murieron los que él asesinó. De nada nos sirve especular con la pronta o lejana muerte de un asesino en serie. No nos quedó otra. Aprendimos a esperar. No nos olvidaremos de sus crímenes por mucho que insistan en ofrecernos el triste espectáculo de su decrepitud. No perdimos la esperanza y conservamos la memoria. Ya queda menos.

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