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Amando de Miguel

Nombres y apellidos

Los nacionalistas vascos de varios partidos son mucho más cerriles que los de Irlanda, Gales o el Trentino-Alto Adigio, que ya es decir.

Eduardo Fungairiño, de curiosidad enciclopédica, comenta los distintos modos que tienen las distintas culturas de poner nombres y apellidos a las personas. Copio su documentada observación:

Lo más curioso que he encontrado es el caso de Islandia. Allí, con no más de 350.000 habitantes, no existen apellidos sino que son conocidos por el nombre de pila y el patronímico, al que se añade una desinencia masculina o femenina, según los casos. Así, si Ole Gunnarson tiene dos hijos (niño llamado Trygve y niña llamada Sonja) el hijo se llamará Trygve Oleson y la hija se llamará Sonja Oledottir (¿misma raíz que "daughter"?). Si, andando el tiempo, Trygve tiene una hija y la bautiza como Ingrid será conocida como Ingrid Trygvedottir y también tiene un hijo y le bautiza como Harald será conocido como Harald Trygveson. Curioso. Así si nos hablan de Unnur Vilhjalmsdottir sabremos que es una mujer, hija de Vilhjalm (en español, Guillermo, supongo). Lo digo porque fue Miss Mundo 2005.

Rosario Martínez Barranco (París, Francia) relata que una de sus amigas, venezolana, llegó al mundo cuando sus padres pensaban que iba a ser un varón. El nombre que tenían pensado para la criatura era "Miguel". Al ser chica, combinaron las letras de ese nombre y le pusieron "Leumig". Cavilo que, puesto que los ángeles no tienen sexo (eso dicen), bien podría ser "Miguel" el nombre de una mujer. Alguna vez mis fieles libertarios podrán leer una novela que tengo escrita: "La ciudad de los ángeles". Me refiero a Madrid.

José María Navia-Osorio (Oviedo) recorta la siguiente noticia de El Mundo con estrambote:

La República Bolivariana de Venezuela está preocupada por la proliferación de nombres raros: Makgiber (como el de la serie de TV), Usnavy, Yesaidu (Sería mejor Yesaillam), Airjordan (no sé si habrá alguna Luftansita), Maikeljackson, Erwin Rommel Alexander. Cita el caso de un matrimonio formado por don Josmar y doña Smira (con esos nombres ya se les ve venir) que quieren llamar a su hijo Chapulín (como el Chapulín Colorado de la tv mejicana); lo curioso es que alegaban que era su hijo quien quería el nombrecito. Para evitar este desmadre, o desnombre, se van al otro extremo y van a hacer una lista con 100 nombres autorizados. Espero que Hugo Chaves Pérez y Simón Bolívar González no desaparezcan del santoral venezolano.

Alex Martínez me proporciona una lista de nombres propios que se estilan ahora en el País Vasco:

  • Iraultza: revolución
  • Independentzia (este es evidente)
  • Ekaitz: tormenta
  • Ikurriño: masculino de ikurriña porque se trata de un muchacho, esto es: bandero.
  • Gorotz: boñiga. Sí, en el caso de este pobre muchacho sucedió que los padres de la criatura no sabían euskara; de manera que ni cortos ni perezosos cogieron el primer diccionario que tuvieron a mano y le atizaron a su hijo con el sustantivo que fonéticamente les pareció más adecuado sin percatarse del significado.

Pobres niños. No sólo por sus nombres sino también por los padres que les han caído en gracia.

Supongo que todo eso será una broma.

Eduardo Fungairiño comenta con ironía la transformación de los nombres propios en aras de una nueva nomenclatura vasca:

A propósito de cambio de nombres, apellidos y topónimos (en España muchos apellidos son toponímicos), es curioso lo que viene ocurriendo en el País Vasco. Como recordara Jon Juaristi, algunos Hernández se cambian el apellido a Herrandorena. Los Castillo a Gaztelu, Sodupe a Sudupe, Úrculo a Urkullu, etc. Rubalcaba, apellido montañés pues es el nombre de una población próxima a Liérganes, ha pasado a ser Rubalkaba, etc. Parece quisieran renunciar u oscurecer sus orígenes. La toponimia ha sufrido cambios rayanos en lo esperpéntico como sustituir Covarón (referencia inequívoca a una cueva) por Kobaron (parece el nombre de un campo de concentración nazi en Silesia), La Rentería (donde se pagaban las rentas) por Errenteria. Se cambia Ciérvana por Zierbena, Lujúa por Loiu, Lejona por Leioa, San Sebastián por Donostia (¡que proviene del latín Dominus Sebastiane!), Pasajes de San Juan por Pasaia Donibane (que viene de Dominus Iovane), etc. Todo en aras de un mítico mapa eusquérico que nadie podría situar en el tiempo. Lo más triste es que han desaparecido tres topónimos que hacían referencia a la libertad frente al régimen de señorío o abadengo: Villafranca del Oria, sustituido por Ordizia; Villarreal de Álava, sustituido por Legutiano; y Salvatierra de Álava, sustituido por Agurain. ¿Habría costado mucho mantener siquiera el sistema bilingüe como en Irlanda, Gales, o el Trentino-Alto Adigio?

Contesto. Sí, habría costado mucho. Los nacionalistas vascos de varios partidos son mucho más cerriles que los de Irlanda, Gales o el Trentino-Alto Adigio, que ya es decir.

José María Navia-Osorio (Oviedo) se refiere a una conversación con sus amigos sobre los apellidos de origen judío:

Yo sostenía que lo eran los que llevaban nombres de santos, otro añadía los nombres de oficios y un tercero los que tenían nombres de pueblos. Lo gracioso era que todos pretendíamos tener algún antepasado judío. Recuerdo que mi madre siempre presumía de tener este origen y como tenía un ligero caballete en la nariz lo esgrimía como principal argumento, entre otros muchos. Otro de sus argumentos era la existencia de muchos nombres bíblicos en las mujeres de la familia. Haré un inciso para decir que eran unas mujeres de una valía importante, de una de ellas desciende la familia Figaredo, que en realidad tenían un apellido común (¿Rodríguez?) pero tomaron el nombre del pueblo en el que estaban las minas que los hicieron ricos. Tenían en común un apellido que recordaba una profesión "Melero" y también "Herrero".

Es muy curiosa esa observación de que los españoles actuales suelen presumir de que algunos de sus apellidos son de origen judío. Yo tengo un par de ellos.

Pilar López de Miguel me comunica que su abuelo se llamaba Pedro Miguel (Miguel de apellido) y que añadió la partícula "de" al apellido de sus hijos, que así pasó después a los nietos. La historia me resulta simpática.

Jordi Mas (Barcelona) me cuenta el caso de su suegro:

Se llamaba Justo de Sola (y fue procurador en Cortes, a principio de los 40, por los empresarios), y curiosamente por no dar la impresión de parecer vanidoso se quitó [el "de"], por eso mi esposa, su hermana, mi hija y sus primas, ya constan sólo con el apellido: Sola.

Hay que reconocer que don Justo fue todo un carácter, pero quizá no previó que, con el "de" por medio, las mujeres de su familia se iban a ahorrar muchos comentarios irónicos.

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