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Thomas Sowell

Asaltado por la realidad en Irak

Lo peor fue que no se estableciera la ley y el orden inmediatamente después de la victoria militar, antes de adoptar el grandioso proyecto de intentar crear una democracia en Irak. A este error fundamental le siguieron muchas otras tragedias.

En un mundo en el que se discute normalmente sobre la tragedia que es Irak por medio de citas jugosas y eslóganes políticos, es especialmente gratificante ver un relato maduro, inteligente y profundo de la vida en Irak por parte de alguien que vivió allí durante nueve meses entre 2003 y 2004, en el comienzo de la ocupación, y que vio los errores fundamentales que más tarde plagarían de problemas el intento de crear un gobierno iraquí viable.

John Agresto es un académico norteamericano de renombre y ex presidente universitario que se presentó voluntario para ayudar a crear un mejor sistema de educación superior en Irak. Allí aprendió mucho tanto de la sociedad iraquí en general como de las tentativas norteamericanas de crear una sociedad mejor. Ha publicado recientemente un libro titulado Asaltado por la realidad, cuyo subtítulo reza: La liberación de Irak y el fracaso de las buenas intenciones.

Lo que diferencia este libro de otros del mismo tema es que no obedece ni la línea argumental de la administración Bush, ni la de los demócratas del Congreso, ni la de nadie más, algo que sin duda resulta muy grato. Agresto no pretende demostrar teoría alguna ni impulsar ningún plan alternativo, sino trasladar al lector lo que vio con sus propios ojos y puedo percibir a partir de sus propias experiencias tanto con iraquíes como con norteamericanos en Irak.

Agresto no pretende ser infalible; de hecho, admite que se vio obligado a cambiar de opinión por lo que vio. Inicialmente partidario de la invasión, ahora asegura que no lo habría sido si hubiera sabido de antemano lo mal que se gestionaría la ocupación y los resultados que tuvo. Pero también reconoce que no podemos desandar lo andado y limitarnos a largarnos, porque eso conduciría a consecuencias aún peores, no sólo en Irak sino en otros sitios y no sólo para los demás sino para nosotros mismos.

Lo peor, en opinión de Agresto, fue que no se estableciera la ley y el orden inmediatamente después de la victoria militar, antes de adoptar el grandioso proyecto de intentar crear una democracia en Irak. A este error fundamental le siguieron muchas otras tragedias. En ausencia de ley y orden, se extendieron la violencia, los saqueos, las violaciones... en resumen, la guerra de todos contra todos sobre la que ya advirtiera Hobbes hace siglos.

En cuanto a la democracia, Agresto entiende que el derecho al voto no es ninguna garantía de libertad, tolerancia o respeto a los derechos de los demás. Sin esos prerrequisitos, democracia puede ser sinónimo de tiranía para los de dentro y terrorismo en el extranjero.

Aparentemente las autoridades civiles norteamericanas en Irak o no lo entendieron o decidieron pasarlo por alto por consideraciones políticas. Al instaurar un Gobierno basado en facciones enfrentadas, la cooperación en nombre del interés nacional se convirtió en una perspectiva muy improbable. En este momento en el que cada vez más iraquíes rechazan a los terroristas extranjeros a los que los medios continúan llamando "insurgentes" y nuestro ejército está restaurando el orden hasta un grado mayor que el que se ha visto en Irak en bastante tiempo, el problema más inabordable es el mismo Gobierno que establecimos.

Al general David Petraeus le menciona brevemente sólo un par de veces en el libro. Pero son unas citas bastante reveladoras. Justo después del éxito de las operaciones militares en Irak, la 101 División Aerotransportada del general Petraeus tomó el control de la ciudad de Mosul. Según Agresto, “la administró de manera radicalmente diferente a lo que se hacía en el resto de Irak", y Mosul se mantuvo "en calma" en contraste con otras zonas de Irak. Después de que el control de Mosul se transfiriera a otras manos, "empezó a competir con los peores barrios de Bagdad en ataques contra fuerzas de la coalición y violencia contra iraquíes".

Una de las cosas que Petraeus hizo en Mosul de distinta forma a lo que hacían otros en el resto de Irak, según Agresto, fue no deshacerse de golpe de los funcionarios, a pesar de que eran miembros del Partido Baaz que gobernaba el país. Alguien tiene que hacer funcionar las instituciones básicas que hacen posible la vida civilizada y, por tanto, no conviene deshacerse de quienes saben cómo dirigir esas instituciones antes de tener a alguien cualificado para reemplazarles. El general Petraeus fue, al parecer, lo suficientemente pragmático como para entenderlo.

Puede que, aun con un indudable retraso, hayamos encontrado un hombre y una estrategia que funcionan.

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