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EDITORIAL

El maltrato de Solbes a Madrid

Por más que se empeñe Solbes, es irracional marginar económicamente a Madrid, que gracias en buena parte a la gestión del PP regional en estos años ha pasado a ser la locomotora económica de España y la que más aporta al erario común.

Hace ya casi veinte años se convirtió en la canción del verano una tonada titulada Aquí no hay playa, en la que se burlaba de Madrid por no tener costa ni nada remotamente parecido. Pero hete aquí que Solbes ha logrado el milagro de que la Comunidad de Madrid reciba inversiones por 3,3 millones en concepto de vigilancia costera y seguridad del tráfico marítimo. No es, sin embargo, el mayor de los prodigios que ha obrado el mago de las finanzas estatales. Ese mérito, sin duda, lo ostenta colocar como inversiones para Madrid, hasta alcanzar un 47% del total, todos los gastos corrientes de los ministerios, desde las sillas y mesas, pasando por los ordenadores hasta las páginas web e intranets.

No se para ahí la broma pesada. Como Cataluña recibía pocas inversiones en estos Presupuestos, sus regadíos también se incluyen dentro de las partidas destinadas a Madrid, así como los de Aragón. También las minas de carbón, las alcantarillas de Ceuta y Melilla y el cauce del Júcar reciben dinero teóricamente destinado a la Comunidad Autónoma regida por Esperanza Aguirre. Y, para más recochineo, en la parte madrileña de la tarta presupuestaria se incluye la enésima reforma de La Moncloa, que Zapatero parece considerar una obra pública del máximo interés y prioridad para todos los ciudadanos de esta región. Todo para intentar aparentar que a Madrid no se la margina, o que no se la margina mucho, al menos. No ha colado.

Sin duda, el gasto en infraestructuras no puede dividirse de forma exacta entre las comunidades ni por criterios de población, como especifica el estatuto andaluz, ni por la aportación al PIB nacional, como hace el catalán, puesto que entre las misiones que tiene este capítulo del gasto público se encuentra la consecución de grandes obras que pueden necesitar muchos años para completarse y afectar a varias regiones. El problema está en que, precisamente por la insistencia del PSOE en incluir esas obligaciones en los estatutos de autonomía, ya no son criterios técnicos y racionales los que dividen la tarta presupuestaria. Por tanto, no sólo es legítimo sino necesario preguntarse por los motivos que han llevado a repartir así los dineros.

Por más que se empeñe Solbes, es irracional marginar económicamente a Madrid, que gracias en buena parte a la gestión del PP regional en estos años ha pasado a ser la locomotora económica de España y la que más aporta al erario común. Discriminarla perjudica también, por tanto, al resto de las regiones. Tampoco tiene mucha explicación, más allá del sectarismo habitual de los socialistas, que en las autonomías gobernadas por ellos la inversión crezca el doble que en las gestionadas por los populares.

Es un ejemplo más de la poca seriedad de un vicepresidente económico que a la semana siguiente de elaborar los presupuestos ya ha reconocido que es posible que se equivoque en la previsión de crecimiento de la economía española. Es un asunto más importante de lo que puede parecer a primera vista, porque el superávit previsto depende de que los ingresos se comporten como espera el Gobierno, para lo cual la economía tiene que crecer ese 3,3% del que Solbes ya no se muestra tan seguro.

En estas mismas páginas, nuestro presidente Alberto Recarte explicaba que, con una bajada del 20% en la actividad del sector de la vivienda, una previsión nada disparatada, el año que viene nuestro crecimiento podría situarse en torno al 1,7%. Solbes, en cambio, sostiene que el sector apenas se va a resentir. Sin embargo, ya empiezan a notarse los primeros síntomas, como es el hecho de que el consumo de cemento se haya estancado mientras aumentan las obras públicas, lo que implica necesariamente que se están construyendo menos viviendas, una tendencia que sólo puede ir a más el año que viene.

Solbes ha dilapidado durante estos años el prestigio que pudiera tener como economista serio y responsable, y estos presupuestos podrían ser el epitafio de su carrera, porque pocos apuestan por que siga en su puesto después de marzo, gane o pierda el PSOE las elecciones. Todo apunta a que será una despedida amarga, marcada por el fracaso de unos presupuestos derrochadores y mal hechos que además marginan a unos españoles respecto a otros por no votar "correctamente".

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