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GEES

Hablando de guerra en Crawford

El texto de la conversación es absolutamente favorable para la imagen de Bush y de Aznar como gobernantes honestos y responsables que actuaron movidos por profundas convicciones.

¡Qué gran jugada la de El País y Ernesto Ekaizer! Los lectores de periódicos no leen textos oficiales. No porque no los den, si no que no los dan porque no se leen. A lo sumo un vínculo en la página web, pero no en papel. El lector de un diario no tiene tiempo y además es muy aburrido. Se queda con los titulares. Si su interés es algo mayor, la entradilla. Un pequeño porcentaje lee el artículo. Cuando un texto como la minuta de una conversación en vísperas de la guerra de Irak entre Aznar y Bush, en el rancho de Crawford, se publica como gran primicia, para lo que sirve es para una campaña de titulares, entradillas y artículos. A partir de ahí se puede decir lo que se quiera, según el principio "calumnia, que algo queda". Prácticamente nadie va a ir a comprobarlo. Sobre todo cuando se está regando un huerto primorosamente cultivado. Se trata de reavivar convicciones bien arraigadas, azuzar emociones con vistas a marzo. Un oportuno trabajo de mantenimiento.

Pero el texto de la conversación es absolutamente favorable para la imagen de Bush y de Aznar como gobernantes honestos y responsables que actuaron movidos por profundas convicciones. Si la mayor parte de los españoles lo leyeran, cambiaría la opinión de este país respecto a los orígenes de la guerra. No es que contenga nada sorprendente. Muy al contrario. Tiene lo que cabía esperar. La sorpresa reside más bien en lo que machacona y cínicamente se nos ha querido hacer creer y muchos han creído. Claro está, los que leen El País como diaria revelación realizada por la Profana Materia Evolutiva están adecuadamente inmunizados contra lo que no encaja en el dogma. Para los que quieren saber y están dispuestos a cambiar de opinión si se les proporcionan datos y hechos nada hay que pueda sustituir una lectura del texto. Por eso gees.org lo colgará de inmediato en su sitio web y desde esta página animamos a Libertad Digital y a FAES a hacer lo mismo, así como a que lo publiquen íntegro todos los diarios que no tienen contratado el servicio de Revelaciones Izquierdistas Infalibles, invitando a los lectores a juzgar por sí mismos.

La única inexactitud importante que se desliza en el coloquio entre los dos mandatarios es la que se refiere a una "segunda resolución" del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que se pretendía y no se logró. Nada de segunda. Hubiera sido la decimoctava. La que por implicación es llamada primera, la 1441, es en realidad la decimoséptima. A lo largo de una década, Sadam había incumplido dieciséis resoluciones de acuerdo con el capítulo séptimo de la carta de las Naciones Unidas, es decir, estrictamente obligatorias. Otras muchas, hasta más de cuarenta, tenían una consideración jurídica diferente, eran más bien recomendaciones. Exhortaciones a que dejara de torturar y asesinar a su propio pueblo. Asuntos internos, en suma. Mientras que las obligatorias lo conminaban a que se desarmase y a que demostrase que lo había hecho, para garantizar que dejaba de ser un peligro para sus vecinos y la comunidad internacional.

Si no fuera por la magnitud de las tergiversaciones en torno al origen de la guerra este documento habría pasado a los archivos sin pena ni gloria, como una pieza más entre miles, para que los historiadores reconstruyan las circunstancias que condujeron al desencadenamiento del conflicto. Anecdótico, pero no trivial, es la forma en que ha sido sacado a la luz. En la primera guerra del golfo Javier Pérez de Cuellar, el diplomático peruano que era entonces secretario general de Naciones Unidas, no daba crédito a sus ojos y oídos cuando Sadam dio a la publicidad el texto de una entrevista privada que acababan de celebrar. En esta ocasión, parece que alguien en Moncloa se ha puesto al nivel de Sadam. No es extraño que lo añoren.

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