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José García Domínguez

Contra el bilingüismo

Bravo por el president. Ya era hora de que alguien metiese en vereda a todos esos hijos de andaluces que siempre andan esperando a la hora del recreo para cuchichear a escondidas en castellano.

Leo con agrado en la prensa doméstica que el president Montilla ha ordenado la urgente puesta en marcha de un plan para instruir a 3.000 maestros en nuevas... ehhhh técnicas... para... ehhhh... aplicar con más.... ehhhh... rigor la... ehhhh... inmersión lingüística. Bravo por el president. Ya era hora de que alguien metiese en vereda a todos esos hijos de andaluces que siempre andan esperando a la hora del recreo para cuchichear a escondidas en castellano.

Sin embargo, aunque el gesto lo honre, ni mucho menos será suficiente para que le perdonemos su gran traición a Catalunya. Una traición transversal cometida con la complicidad de Pujol, Mas, la Esquerra (sector balas sin percutir), la Esquerra (sector coge el dinero y corre), la partida de Duran Lleida y el club de fans de la Imma y el Joan. Era el secreto mejor guardado de todos esos falsos catalanistas, pero al final los hemos descubierto. Y es que tamaña pandilla de botiflers al servicio del Borbón lleva más de un cuarto de siglo negando el sagrado derecho a la inmersión a centenares de pobres niños catalanes.

Al principio, los rumores que nos llegaban a Barcelona sobre el asunto eran confusos. En las colas del autobús, la gente, consternada, comentaba lo de los suicidios. Corría la especie de que entre los adolescentes de la comarca la vida había dejado de tener sentido. Al parecer, desesperados por carecer de la genuina identidad nacional que sólo otorga el monolingüismo vernáculo, pubillas y hereus se lanzaban en masa al vacío desde puentes y balcones. Los que no encontraban valor para poner punto final a su calvario, caían como moscas en las drogas, el alcohol y la adicción a los programas de ovnis de la SER. En fin, los contados pocos que se habrían salvado de la espiral autodestructiva, se arrastrarían pidiendo limosna o recogiendo cartones por las calles; pues las empresas los repudiarían al no haber gozado de la inmersión en su más tierna infancia.

Vilmente conculcado su derecho inalienable a ser sumergidos, rastreramente violado en sus personas el principio de la igualdad de todos ante la Ley, arteramente marginados por esos canallas que encima se dicen catalanistas, todos los alumnos de Primaria de la Vall d'Aran ("El Valdarán", que diría Montilla) sufrirían en sus tiernas carnes una escuela... perfectamente bilingüe. Así, la lengua de su madre patria, el catalán, y la de sus madres biológicas, el aranés, convivirían en siniestra armonía dentro de las aulas. Y, para más inri, ese cruel atentado contra la dignidad nacional de donceles y pubertinas se estaría cometiendo en escuelas públicas gestionadas por la propia Generalitat de Catalunya. Bien, pues resulta que el desconcertante rumor era cierto. Sí, sí, atónito lector nacionalista, sólo los charnegos de Cornellà y alrededores pueden disfrutar del inmenso privilegio de la inmersión obligatoria.

Y pensar que esos desagradecidos aún tienen la cara dura de quejarse.

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