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EDITORIAL

El amor del Gobierno por Castro

El ministro de Exteriores se permite el lujo de reírse en el Congreso de alguien que puede lucir con orgullo la medalla de haber sido expulsado de Cuba por la dictadura más longeva de América Latina. Ciertamente, Moratinos jamás saldría de la isla así.

Mientras Fidel Castro aparece en su chándal haciendo suyas las informaciones del "órgano español de prensa" –se ve que en su enfermedad aún no se ha enterado de que el "órgano" es ahora otro–, el Gobierno español se dedica a regalarle a él y a sus cómplices 20 millones de euros por lo bien que le cae a Zapatero el viejo asesino en serie. Por supuesto, sin intentar siquiera extraer a cambio un vacío compromiso de futuro respeto por los derechos humanos, esos que en 48 años jamás ha acatado. Además, se ha sabido recientemente que estudia condonar la deuda que Cuba tiene con España –que aunque grande, no es mayor que la fortuna personal de Castro– a cambio de absolutamente nada. El agradecimiento de los delincuentes en el poder, quizá, a quienes les quedará algo más que guardar en Suiza.

En cuanto a su relación con los disidentes, Zapatero y Moratinos no desaprovechan ninguna ocasión para inflingirles aún más penas de las que tienen. La embajada española en Cuba se niega a invitarlos el 12 de octubre, rompiendo con la política de la Unión Europea; Zaldívar es también de los pocos embajadores que les ha negado acceder a Internet desde sus instalaciones. Cuando Moratinos se entrevistó con el sátrapa cubano, envió a un funcionario de cuarta categoría para hacer ver que los disidentes le importan algo. Que no se moleste. Todos, empezando por quienes en Cuba luchan contra la dictadura, saben que no es así.

Si a los electores españoles les importara algo la política exterior más allá de la demagogia del "No a la guerra" –exclusivamente cuando la hacen los estadounidenses–, Moratinos sería una losa electoral para Zapatero. Pero como no es así, el ministro de Exteriores se permite el lujo de reírse en el Congreso de alguien que puede lucir con orgullo la medalla de haber sido expulsado de Cuba por la dictadura más longeva de América Latina. Ciertamente, Moratinos jamás saldría de la isla así. Lo suyo es ser acompañado amablemente al aeropuerto por los delincuentes que forman parte de la tiranía. Es lo menos que pueden hacer por uno de sus mejores amigos.

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