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Jorge Vilches

Mejor una monarquía

No son republicanos, son simplemente antimonárquicos. Esto se debe a que no hay un planteamiento positivo sino una emoción negativa en la que el sentimiento de odio suple la falta de pensamiento.

La utilización del fuego como elemento purificador une a todos los totalitarismos, ya sea para quemar banderas, retratos, libros, edificios o personas. La llama elimina lo que contamina, y su uso sociopolítico, como decía el curioso antropólogo marxista Marvin Harris, simboliza la búsqueda de la pureza, la uniformidad.

Los nazis quemaban libros y judíos, los comunistas a los kulaks y sus propiedades, los islamistas banderas norteamericanas u occidentales, y los nacionalistas retratos del rey. No es un signo de madurez, ni de inteligencia; todo lo contrario, es una exaltación primitiva de un modo irracional de ver el mundo. No hay un contenido ideológico o una argumentación política, sino sentimientos descontrolados. Son totalitarios que, cumpliendo con las normas básicas de su escuela, se atribuyen la voz de toda Cataluña: "los catalanes no tenemos rey", dicen.

Seguidores del catecismo del buen nacionalista, insisten desde el victimismo en que hay una "caza de brujas" contra el "pensamiento crítico". ¿Pensamiento? ¿Qué pensamiento? Aparte de la exaltación de la raza y la lengua, algo muy visto en la historia del último cuarto del XIX y mitad del XX, no hay nada más. Su único objetivo es la exclusión de los otros para la imposición de un régimen nacionalista que establezca una única forma de pensar, hablar, votar, leer y vivir; es decir, una dictadura. Buscan la pureza nacional, la eliminación del elemento contaminante, por eso queman fotos y monigotes, y si pudieran quizá algo más.

No son republicanos, son simplemente antimonárquicos. Esto se debe a que no hay un planteamiento positivo sino una emoción negativa en la que el sentimiento de odio suple la falta de pensamiento. Este nacionalismo carece de una idea de república que se pueda contraponer a la monarquía. Le falta un proyecto de democracia, y sólo ofrece un "régimen nacionalista, libre y socialista". Suena tan mal que ni merece la pena comentarlo.

El conjunto de sentimientos negativos que compone estos nacionalismos se refleja muy bien en las próximas VII Jornades contra la Hispanidad. Las organizan las juventudes de ERC, y les sirven para denunciar una "situació colonial a la que estan sotmesos els Països Catalans respecte l'Estat Espanyol, de la mateixa manera que els pobles indígenes americans al segle XV". No cabe mayor desconocimiento histórico, ni victimismo, ni ejemplo de libertad de expresión.

Es la invención de la historia a medida, la construcción de los mitos, la vuelta a la tierra, al paisaje, a la tribu, a la etnia, al clan. Es el tradicionalismo contrario a la Ilustración, a las luces y a la razón, al individuo y a su libertad. Es la discriminación por raza o lengua, como se acaba de dar cuenta Peri Rossi, por apellido o lugar de nacimiento. Es donde la comunidad uniforme sustituye a la sociedad civil, y acaban dándose la mano el socialismo y el nacionalismo.

Sólo por ver a estos tipos pidiendo la independencia y quemando las fotos del rey, junto a otros que exhiben banderas republicanas, uno se puede sentir con toda tranquilidad español –"una responsabilidad", decía el anuncio– y entender por qué es mejor hoy una monarquía parlamentaria y constitucional.

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