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Jeff Jacoby

La gran mentira del "Gran Censor"

Las políticas de Estados Unidos son pro-Israel porque el pueblo estadounidense es pro-Israel; y no lo es por las maquinaciones de un lobby sionista, sino porque ve en Israel una democracia liberal y un aliado asediado pero leal.

Cuando John Mearsheimer y Stephen Walt se embarcaron en The Israel Lobby and US Foreign Policy, un libro de 484 páginas que asegura que una enorme maquinaria proisraelí controla los asuntos de Estados Unidos en Oriente Medio y aplasta a aquellos que se interponen, esperaban ser condenados como antisemitas.

"La acusación de antisemitismo", escriben los dos académicos en su libro (como ya hicieran en su famoso ensayo de 2006 sobre la materia) es una de las "armas más poderosas" del arsenal del lobby de Israel. "Cualquiera que critique las acciones de Israel o diga que los grupos proisraelíes tienen una influencia significativa sobre la política estadounidense en Oriente Medio tiene bastantes posibilidades de salir etiquetado de antisemita. De hecho, cualquiera que diga que existe un lobby de Israel corre el riesgo de ser acusado de antisemitismo."

A esta acusación la denominan "Gran Censor", que ha demostrado ser "un modo contundente de asegurarse de que cualquier crítica a Israel o al lobby sea raramente planteada y que sea ignorada o desechada cuando se pone negro sobre blanco". En consecuencia, Mearsheimer y Walt no se vieron sorprendidos cuando importantes editores rechazaron publicar The Israel lobby y la asistencia a sus apariciones públicas fue ocultada. Como predijeron, los medios o rechazaron reseñar su libro o publicaron críticas que les calificaban de antisemitas. Y es que la censura y la difamación es el precio que paga cualquiera lo bastante temerario para desafiar a Israel y, por acuñar un término, su coro de aprobación en Estados Unidos.

Es decir, en otro universo.

En este, nada podría alejarse más de la realidad.

No hace falta decir que The Israel lobby está a la venta en todas partes. Debutó en el puesto 12 de la lista de bestsellers del New York Times, y en el 6 de la de Los Angeles Times. Cuando escribía estas líneas aparecía en el número 1 ó 2 de las categorías Historia norteamericana, Historia de Israel y Relaciones internacionales de Amazon.com. Lejos de ser censurados o ignorados, Mearsheimer y Walt han tenido innumerables invitaciones a expresar sus opiniones, en lugares tan variados como Fresh Air y On Point de la radio pública, el consejo editorial del Los Angeles Times y una abarrotada presentación en Politics & Prose, la conocida librería de Washington.

Los medios ni les han tratado con frialdad ni sacaron a pasear al "Gran Censor" para difamarles. "Mearsheimer y Walt no son antisemitas o racistas – afirmó abiertamente David Remnick  en el New Yorker –. Son académicos serios y no hay motivo para dudar de su sinceridad". Scott McLemee, de Newsday, abría su reseña observando que The Israel Lobby tiene algo importante en común con el propio Israel: "Es necesario para afirmar su derecho a existir". Tim Rutten, al repasar el libro para Los Angeles Times, se detenía en "su mala intención subyacente" y declaraba su argumento "siniestro" -- pero no hacía ninguna sugerencia de que los autores sean unos intolerantes. Lo mismo sucede con el New York Times, cuya recensión encontraba al libro poco convincente y desagradable –"el tono general de hostilidad hacia Israel crispa los nervios"– pero no escatimaba ninguna alabanza hacia los propios Mearsheimer y Walt.

Esto no significa que no haya nadie que haya leído la monserga Mearsheimer-Walt y concluido que, de hecho, son prejuicios raciales antijudíos disfrazados de análisis académico. Gabriel Schoenfeld, escribiendo en Commentary, sentenció que el ensayo original era "un intento superficial de ponerle toga y birrete a toda vieja calumnia que haya sido concebida alguna vez sobre la influencia judía", y no fue el único en pensarlo. Es un argumento digno de ser debatido, sin rechazarlo con excusas sobre un "Gran Censor".

Por su parte, Mearsheimer y Walt afirman a título personal que ellos no albergan ninguna animadversión antisemita, sino que en la práctica son filosemitas. ¿Cuadra eso con la opinión, por citar su ensayo original, de que un "lobby de Israel" mayoritariamente judío tiene un "dominio completo del Congreso", lo bastante poderoso como para "desviar la política exterior norteamericana" hacia direcciones que benefician a Israel y perjudican a Estados Unidos, con el fin de dar a Israel "carta blanca con los palestinos", "mientras los norteamericanos libran la mayor parte de la lucha, muriendo, reconstruyendo y pagando"? También eso es discutible y debatible.

Lo que es indiscutible es que Mearsheimer y Walt no han sido censurados en ningún sentido. Sus opiniones han sido ampliamente discutidas. De hecho, un importante editor les invitó a plasmar esas opiniones en un libro. Su afirmación de que cualquiera crítico con Israel y sus partidarios es despedazado despiadadamente es simplemente mentira. Desde Jimmy Carter hasta Noam Chomsky pasando por Pat Buchanan, desde los medios a la universidad pasando por la blogosfera, desde los pasillos de la ONU a los "realistas" del Departamento de Estado, los detractores de Israel forman una ruidosa legión, con frecuencia de manera bastante lucrativa.

De modo que, ¿por qué la gran mentira sobre el "Gran Censor"? Quizá para ocultar el hecho de que la hostilidad hacia Israel simplemente no es un sabor que le guste a la mayoría de los norteamericanos. Sí, el mensaje Mearsheimer-Walt vende libros y colecciona conferencias. Pero en el mercado de las ideas, su punto de vista es débil y poco convincente. Las políticas de Estados Unidos son pro-Israel porque el pueblo estadounidense es pro-Israel; y no lo es por las maquinaciones de un lobby sionista, sino porque ve en Israel una democracia liberal y un aliado asediado pero leal en la guerra contra el islam radical.

Mearsheimer y Walt son más que bienvenidos a vender de puerta a puerta su mensaje anti-Israel. Pero una vez haya quedado todo dicho, la mayor parte de los norteamericanos no se lo tragará.

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