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EDITORIAL

Más Cebrián, esto es la guerra

Cebrián olvida con demasiada frecuencia; olvida, por ejemplo, que sirvió al régimen franquista con el mismo celo que al felipismo, pero no perdona que le desafíen o que traten de relegarle a un incómodo segundo puesto

Al final va a resultar que Manuel Conthe tenía razón, va a resultar que el polémico ex presidente de la CNMV, machacado a conciencia en su día desde los medios de Prisa, estaba en lo cierto cuando aseguró al dimitir que lo de Endesa era una cacicada del Gobierno para que la primera eléctrica española cambiase de manos. Juan Luis Cebrián, soporte mediático, en este orden, de los Gobiernos de Carlos Arias Navarro, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, ha destapado el tarro de las esencias acusando al último de sus protegidos de utilizar la Moncloa para satisfacer sus ambiciones personales y las de su camarilla de amigos.

Esto es algo que ya sabíamos y que no hemos parado de repetir desde hace lo menos tres años desde esta tribuna. Lo sorprendente es que, a estas alturas, la denuncia venga de la cúpula misma de un grupo de comunicación tan identificado con el PSOE que casi parecen ser la misma cosa. Y no nos sorprende que Juan Luis Cebrián le haya leído la cartilla al presidente de un Gobierno que es tal gracias a los buenos oficios de los chicos de la SER en aquella noche de triste recuerdo que antecedió a las elecciones del 14 de marzo de 2004. Nos sorprende que por un asuntillo aparentemente menor como es el del fútbol se haya desatado esta guerra sin cuartel entre Prisa y Mediapro, es decir, entre los herederos de Polanco y el que aspira a sucederle en los quioscos y los televisores de media España.

Porque, no nos engañemos, este es el meollo del conflicto entre ambos grupos de comunicación. Lo que se despachará en los próximos meses no será el liderazgo de la prensa escrita o la cuota de pantalla de La Sexta y Cuatro, sino la hegemonía mediática sobre el partido del Gobierno. Así de sencillo. Hasta la fecha la ha ostentado Prisa sin miramientos y con toda la autoridad que emanaba de la figura carismática y patriarcal de Jesús de Polanco. Los tiempos, sin embargo, cambian, y Zapatero cree que ya no necesita a Prisa, que bien puede dar por finiquitados los servicios prestados con la graciosa concesión que permite al Canal+ emitir en abierto bajo en nombre de Cuatro.

Jaume Roures y su flamante y recién nacido emporio son el sustituto perfecto. Nombres y hombres nuevos, de la misma generación que Zapatero y a quien le deberán todo una vez hayan desbancado del Olimpo a su anterior ocupante. Pero antes la guerra, y no una guerra cualquiera sino una guerra implacable, tal y como la izquierda se la hace de puertas adentro. Roures se lo juega todo a una carta. Si no vence puede despedirse de intentarlo de nuevo con otro presidente. Esta es su oportunidad, y lo sabe. De Zapatero puede decirse lo mismo. Tanto ha hecho por construirse un grupito mediático a la medida de su apetito de poder que si fracasa Prisa le pasará la factura, o mejor dicho, ya se la está pasando por anticipado.

Cebrián olvida con demasiada frecuencia; olvida, por ejemplo, que sirvió al régimen franquista con el mismo celo que al felipismo, pero no perdona que le desafíen o que traten de relegarle a un incómodo segundo puesto en las preferencias de un Gobierno que, al menos en parte, es hechura suya.

De toda esta refriega entre antiguos camaradas los que saldrán ganando seguro son los españoles y la causa de la libertad. Los primeros porque desde ya mismo disfrutan del fútbol en abierto y de las bondades de tener un medio más dedicado a fiscalizar al poder, aunque sea sólo por espurios intereses empresariales. La segunda porque cuando sus enemigos se pelean la libertad está de fiesta.

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