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Larry Elder

El cheque-bebé de la senadora Hillary Clinton

Cada bebé que nazca recibiría 5.000 dólares que se ingresarían en una cuenta. En la cuenta se irían acumulando intereses que el agraciado podría emplear más tarde para financiarse una educación universitaria o ayudar a comprar una casa.

La senadora Hillary Rodham Clinton quiere recompensarle por tener un hijo. El plan es el siguiente: cada bebé que nazca recibiría 5.000 dólares que se ingresarían en una cuenta. En la cuenta se irían acumulando intereses que el agraciado podría emplear más tarde para financiarse una educación universitaria o ayudar a comprar una casa. ¿El precio? La senadora Clinton no lo sabe. ¿Serán elegibles para el programa los hijos de inmigrantes ilegales nacidos en Estados Unidos? Aún no se sabe ni una palabra sobre eso. ¿Quién paga? No se sabe.

Asumiendo que el dinero se invierta en bonos del Estado, sería de esperar que esto devengue más dinero del que se consigue a través de la seguridad social. Pero una parte de quienes apoyan esta cuenta de 5.000 dólares generadora de intereses para hijos se opusieron al plan de privatización parcial de la seguridad social del presidente George W. Bush. Bajo éste, los trabajadores hubieran podido invertir una parte de los impuestos que destina a la seguridad social en acciones o bonos, que tienen un tipo de interés que supera al que ofrece la seguridad social. Además, hoy en día, la mayor parte del dinero se esfuma a la muerte del trabajador. Pero el plan de Bush permite que lo legue a sus hijos, permitiendo que los fondos se utilicen para cosas como financiar la educación, comprar una casa o iniciar un negocio.

La senadora Clinton habla específicamente de utilizar la cuenta "baby bond" para la educación. Al hacerlo asume que la gente no la recibe por falta de dinero. Absurdo. La financiación para la universidad sigue estando fácilmente disponible. Más de tres de cada cuatro alumnos reciben ayuda económica: una cantidad anual media de 9.899 dólares para el curso 2003-2004. Y el 62% de los estudiantes recibió becas que supusieron un promedio de 5.565 dólares ese mismo curso. La matrícula anual media para los cursos básicos de una universidad pública es de 2.191 dólares, y de 5.491 dólares para los cursos superiores y las universidades privadas en el curso académico 2005-06.

Algunos aspirantes a ingresar en la universidad, no obstante, parecen pensar que es demasiado cara como para permitírsela. El candidato presidencial demócrata John Edwards, por ejemplo, habla de manera imprudente de las "dos Américas": la de los pudientes y la de los demás. La retórica de ese tipo hace pensar a muchos, especialmente en los niveles socioeconómicos inferiores, que el coste de la educación la coloca fuera de su alcance. En una encuesta publicada por el American Council on Education en 1998, la mayor parte de los norteamericanos sobreestimaba el precio de la matrícula. Pero los negros y los hispanos tenían una tendencia mayor que los blancos a dudar de la disponibilidad de ayudas financieras. Los negros pensaban que la educación superior era "prohibitiva" un 83% más que los blancos; y los hispanos un 79% más.

Además, los fondos que el Gobierno ofrece para estudiar en la universidad provocan un incremento en el precio de las matrículas. El economista Thomas Sowell, en Inside American Education, escribe:

Los términos específicos bajo los que el Gobierno provee de ayuda financiera a los estudiantes garantizan virtualmente una escalada en los precios de las matrículas hasta niveles inalcanzables. (...) La fórmula federal (...) determina primero la "contribución familiar esperada", basándose en los ingresos familiares, su patrimonio, el número de hijos y otras medidas de su capacidad de pagar. La ayuda federal cubre la diferencia entre el precio de las matrículas y demás cuotas y esta "contribución familiar prevista". Un centro o universidad privada que mantenga su matrícula barata –es decir, no mayor que la "contribución familiar prevista"– podría perder millones de dólares anualmente en dinero del Gobierno federal.

Por ejemplo, si el centro X puede proporcionar una buena educación por 8.000 dólares al año, mientras que la familia media de los estudiantes se puede permitir 9.000 dólares, entonces pierde posibilidades de recibir dinero del Gobierno federal. Al incrementar su matrícula hasta los 12.000 dólares, no sólo recibirá 1.000 dólares adicionales por estudiante provenientes de sus familias, sino también 3.000 dólares adicionales que da el Gobierno. En pocas palabras, no existe ningún incentivo para mantener barata la matrícula y todos los incentivos del mundo para hacerla prohibitiva.

De modo que el plan de Clinton para ayudar a financiar la educación superior se convierte en otra solución más en busca de un problema.

El plan de Clinton también genera consecuencias no previstas. Si la gente no puede alimentar, vestir, dar techo o educar a sus hijos, ¿debe el Gobierno proporcionar incentivos para tener más? Programas como las de comidas escolares, WIC (Women, Infants and Children), viviendas de protección oficial, ayuda a familias con hijos dependientes, cartillas de comida, vales de transporte, vales de guardería, etc., envían un mensaje muy claro: tenga un hijo incluso si carece de los recursos para atenderlo. Tenga descendencia de manera irresponsable y el Gobierno obligará al contribuyente a hacerse cargo.

¿No han aprendido nada de la ley de reforma de la asistencia social de 1996, firmada por el presidente Bill Clinton? Las listas de personas dependientes de la ayuda social cayeron un 50% sin un incremento en el aborto. Personas capaces mental y físicamente –confrontadas por plazos límite para las ayudas y la negativa a darles más dinero por cada nuevo hijo– se levantaron del sofá y se pusieron a trabajar.

En 1972, George McGovern, presumiblemente el candidato de izquierda más extremista que jamás se haya presentado, propuso dar 1.000 dólares a cada hombre, mujer y niño. Ajustado a la inflación, eso supone casi 5.000 dólares de hoy. Si no lo logras a la primera...

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