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José María Marco

Del buen uso de los símbolos

Manifestar nuestro respeto por los símbolos de la Nación, honrarlos como es debido, está en la base de la convivencia civilizada, de la tolerancia, de la libertad. O de la ciudadanía, si se quiere.

Para Rodríguez Zapatero y sus socialistas, ser ciudadano es un ejercicio de odio: odiar la familia, odiar la religión, odiar la libertad y odiar España. Odiarse a sí mismo, en último término, que es lo que se va a enseñar a los niños y a los jóvenes con la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Así que Rajoy hizo bien en salir a la palestra el 10 de octubre e invitar a sus compatriotas a que mostraran que existe otra forma de entender y vivir la ciudadanía. En particular en lo que se refiere al propio país, España. No hay razón alguna para que tengamos que aceptar como un dogma el concepto de ciudadanía de Rodríguez Zapatero. Los madrileños, como muchos españoles, se lo han dejado bien claro durante el desfile del 12 de octubre.

En primer lugar, con el abucheo y la pitada, que se han repetido de nuevo, más intensos esta vez. No le extrañará a quien, como Rodríguez Zapatero, ha hecho del odio a España uno de los ejes de su política. ¿O es que esperaba ser recibido con aplausos y que los madrileños, en representación de los españoles, le iban a agradecer lo que ha sembrado contra ellos?

También se lo han mostrado con la exhibición de los símbolos nacionales. Las banderas inundaban los aledaños del desfile y lo han convertido en el sueño de cualquier militar, una manifestación patriótica y popular. En contra de lo que afirman los socialistas de Rodríguez Zapatero, no hay aquí un uso partidista de los símbolos nacionales. Lo que hay es voluntad de mostrar lo que nos une. Por eso la gente ha sacado a pasear la bandera nacional, como ha aplaudido al Rey y a los militares, a todos, pero en particular a la Legión y a la Guardia Civil.

Después de años resignados a vivir con pesadumbre y con vergüenza nuestra condición de tales, los españoles nos hemos dado cuenta por fin que los símbolos nacionales tienen un significado. Y que somos responsables de que aquello que significan se haga realidad. Manifestar nuestro respeto por los símbolos de la Nación, honrarlos como es debido, está en la base de la convivencia civilizada, de la tolerancia, de la libertad. O de la ciudadanía, si se quiere. En cualquier caso, es exactamente lo contrario que aquello en lo que están empeñados los socialistas.

La posición del Gobierno de Rodríguez Zapatero quedaba bien clara con sólo ver la fachada de la Casa de América, en la plaza de la Cibeles, allí donde terminaba el desfile. En el mismo día de la Hispanidad, han colgado dos donuts gigantes. Será que no han encontrado otro símbolo para el socialismo del siglo XXI.

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