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Pedro Schwartz

Madres solteras

Era evidente hasta para los más ciegos que ese tipo de ayudas habían creado un gueto de madres negras y puertorriqueñas, sin empleo, que no paraban de hacer hijos para cobrar más dinero del Estado.

Durante la preparación de un estudio sobre la economía y la empresa de Castilla y León, me he topado con un hecho sorprendente, un hecho que me atrevería a decir muy preocupante: se trata del aumento de la proporción de los nacidos de madre no casada en Castilla la Vieja y en España en general. ¿Sabían ustedes que más de uno de cada cuatro nacidos en España en 2005 nació de madre soltera? Incluso en nuestra Vieja Castilla, la proporción de que los padres de más de uno de cada cinco nacidos no están casados es inesperada para quienes creíamos que esa parte de España era de costumbres tradicionales.

Cuadro 1: Porcentaje de nacidos de madre no casada

  1975 1985 1995 2005

Conjunto de España

2,03

7,97

11,09

26,57

Castilla y León

1,74

6,75

8,02

21,09

Fuente: Instituto Nacional de Estadística

La velocidad del cambio indicada en el Cuadro 1 también quita la respiración: en treinta años una proporción de más o menos un 2 por ciento se ha convertido en más de un 20 por ciento, un 25 para el conjunto de la nación. Por si a mis amigos de las tierras del Cid y su rey Alfonso les consuela, no es la región castellano-leonesa la que se encuentra a la cabeza de la tabla: en el Cuadro 2 presento la Autonomías que en la actualidad muestran un porcentaje mayor de la media. La sorpresa, sin duda, es Canarias, con casi la mitad de nacimientos fuera de matrimonio. Mi familia paterna es oriunda de aquellas islas y me he permitido señalar este hecho a algún amigo de allí, que me ha contestado con una sonrisa: "el Carnaval...". No creo que la cosa sea para tomársela a broma y diré por qué.

Cuadro 2: Porcentaje de nacidos de madre no casada

  2005

Canarias

46,60

Baleares (Islas)

34,87

Cataluña

29,75

Madrid (Comunidad de)

27,39

Conjunto de España

26,57

Fuente: Instituto Nacional de Estadística

No soy quién para juzgar las vidas privadas de los demás, ni me corresponde adoptar un tono moral que en mí bordearía en lo ridículo. Conozco a muchas parejas ligadas por lo que el Derecho inglés llama common law marriage, es decir, unidas por un lazo afectivo y social muy firme, que viven en familia, con hijos perfectamente educados y que, sin embargo, no han pasado por la vicaría ni la alcaldía. También sé de muchas madres solteras o solas, muy dignas e incluso heroicas, que no han querido, o podido, vivir con el padre de sus hijos. Muchas veces la separación es la única salida de situaciones insoportables.

La vida en familia es a menudo difícil, incluso peligrosa, como lo atestigua la violencia de género endémica en nuestro país. No puedo sino respetar a la joven que, en una situación comprometida, no ha elegido la vía del aborto. Además, el nacido de madre soltera o sola no tiene la culpa de su situación, si es que culpa hay, y es aberración de otros tiempos el someterle a discriminación o trato vejatorio. Pero, ¿uno de cada cuatro? O ¿uno de cada dos? Nuestro sistema educativo y nuestra Seguridad Social, ¿no estarán fomentando una disolución de la familia tradicional con efectos incalculables?

La experiencia de Estados Unidos es elocuente al respecto. La autora americana Kay Hymowitz ha hecho notar recientemente en Heritage Foundation que son las madres de clase menos educada las que más generalmente viven sin padre en la familia. En el año 2000, de las mujeres estadounidenses que sólo han cursado de 9 a 14 años de escuela el 33% vive allí sin marido, mientras que en esa situación sólo se encuentra el 10% de las que estudiaron durante 16 años o más. También es llamativa la diferencia de clase en el porcentaje de familias de mujeres solas que en Estados Unidos se encuentra por debajo de la línea de pobreza, el 36%, mientras que sólo se clasifica como pobre el 10% de las parejas casadas. "Separadas y desiguales", las llama Hymowitz. Deduzco que muchas de nuestras madres solteras no podrán escapar de la trampa de la pobreza, sobre todo si tienen más de un hijo sin padre.

La solución que inmediatamente se nos ocurre a los españoles es ayudar a esas madres solas con dinero y servicios públicos. También en Estados Unidos es gratuita la educación primaria y secundaria y lo es desde la década de 1860, mucho antes que en España. También en Estados Unidos la Seguridad Social ha venido prestando ayuda incondicional a las madres solas sin trabajo desde 1935, mucho antes que en España. En realidad, debería decir "prestaba", pues el republicano Newt Gringrich desde el Congreso y el demócrata Bill Clinton desde la Presidencia reformaron en 1996 el sistema de Welfare, porque era evidente hasta para los más ciegos que ese tipo de ayudas habían creado un gueto de madres negras y puertorriqueñas, sin empleo, que no paraban de hacer hijos para cobrar más dinero del Estado.

Esa ley se denominó "Ley de conciliación de la responsabilidad personal con la oportunidad de trabajo". Sin entrar en detalles, solamente diré que los estados de la Unión se vieron forzados a retirar la ayuda pública a las madres que no buscaran y encontraran un trabajo remunerado. Si la remuneración no era suficiente para mantener su familia recibirían ayuda pública, pero a condición de estar empleadas con un salario, por pequeño que fuera. Hubo quien profetizó que un millón de niños más caerían en la pobreza. El resultado de la reforma, sin duda ayudada por la prosperidad de estos años, ha sido muy distinto. Desde 1991, la tasa de fertilidad de las mujeres por debajo de veinte años ha caído en un tercio. Desde 1989, el número de niños "pobres" ha disminuido alrededor de un 12%. De 1996 a 2005, las personas que reciben ayuda de la Seguridad Social han pasado de 12,2 a 4,5 millones.

Los españoles siempre vamos retrasados en la imitación de los estadounidenses. No me sorprendería que, dentro de unos pocos años, tengamos que pasar por el trance de una explosión de pobreza en el conjunto de familias "uniparentales", que dicen los modernos. Entonces quizá nos resignaremos a imitar a los norteamericanos en la manera de paliar el problema que hemos agravado con nuestros regalos de dinero público, sin exigir nada a cambio, a toda madre que traiga un niño al mundo.

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