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Thomas Sowell

Culpables hasta que se demuestre lo contrario

También en gran parte de los medios de comunicación los estudiantes fueron tratados como culpables hasta que se demostrase lo contrario, y aquellos que decían lo contrario frecuentemente se veían atacados ferozmente.

Algunos de los correos electrónicos más deprimentes de entre los que he recibido durante el último año y medio han sido los que me preguntaban el motivo de que me preocupase por tres chicos blancos ricos de la Universidad de Duke. Y es que ni esos tres estudiantes acusados de violación ni el fiscal del distrito que les acusaba eran el asunto principal. La cuestión era y es que si todos los fiscales de distrito en este país fueran como Michael Nifong, los Estados Unidos de América se convertirían en la república bananera más grande del mundo.

Unos niveles de corrupción de ese calibre en la propia ley harían imposible el estándar de vida norteamericano. Una dieta estricta de polarización racial como la promovida por Nifong haría que sólo fuera cuestión de tiempo el que acabáramos viendo en Estados Unidos el tipo de violencia en la que incurren sunitas y chiítas en Bagdad.

El "Estado de Derecho" no es una frase. Es la base sobre lo que se construye todo lo demás. Tampoco eso de "inocente hasta que se demuestre lo contrario" es simplemente una fórmula. La idea opuesta –culpable hasta que se demuestre su inocencia– es una importación del mundo totalitario más venenosa que los juguetes con pinturas contaminadas con plomo importadas de China.

Hasta que se demuestre su inocencia es el título de un devastador libro de Stuart Taylor y K.C. Johnson sobre los cargos de violación contra los jugadores de lacrosse de Duke y sobre todos los que en los medios de comunicación y las aulas universitarias los trataron como culpables hasta que se demostró lo contrario.

Incluso los que hemos seguido el caso desde el principio podemos averiguar mucho más sobre lo que sucedió, tanto a primera vista como entre bastidores, gracias a este libro excepcional. Y lo que es más importante, sabremos de algunos detalles escalofriantes sobre la profundidad con que discurre la podredumbre moral en algunas de las instituciones fundamentales de las que depende esta nación, incluyendo sus principales universidades y sus medios de referencia.

Hasta que se demuestre su inocencia también nos habla de una de las víctimas olvidadas del caso de violación de Duke: el taxista africano que despertó las primeras dudas sobre el procesamiento, al decir públicamente que uno de los jóvenes acusados se encontraba con él en su taxi en el momento en el que presuntamente estaba teniendo lugar la violación. Una endeble acusación contra ese taxista archivada tres años atrás fue repentinamente resucitada. El fiscal del distrito Michael Nifong lo hizo arrestar, lo procesó y lo llevó a juicio, todo para que fuera rápidamente absuelto por el juez. ¿Podría sobrevivir este país como nación libre si cada fiscal de distrito utilizase el poder de ese cargo para intimidar a cualquier testigo cuyo testimonio minase uno de sus casos?

De hecho, ¿cuánto tiempo podremos sobrevivir cuando en nuestras principales universidades se gradúan anualmente miles de estudiantes empapados con la idea de que se puede juzgar cualquier asunto y decidir si algo es correcto e incorrecto, o alguien inocente o culpable, según "la raza, la clase y el género" de los implicados? Eso fue lo que hizo una gran parte del profesorado de la Universidad de Duke. Sólo unos pocos se atrevieron a decir algo contra ellos o contra la rendición de la administración de Duke a la atmósfera de linchamiento que azotaba el campus.

También en gran parte de los medios de comunicación los estudiantes fueron tratados como culpables hasta que se demostrase lo contrario, y aquellos que decían lo contrario frecuentemente se veían atacados ferozmente.

Las integrantes del equipo femenino de lacrosse de Duke que expresaron su confianza en la inocencia de sus colegas masculinos fueron atacadas con virulencia en la sección deportiva del New York Times. No fue ni mucho menos la única ocasión en la que la culpabilidad de los jugadores se dio por sentada, ya fuera en las páginas de deportes del Times o en otras secciones de ese u otros periódicos.

No obstante, permítame corregir un error reciente en una de mis columnas en la que venía a decir que los editoriales del Times daban la misma impresión que su cobertura informativa de que los estudiantes acusados eran culpables. Un correo electrónico del editor de esa sección dice que no hubo ningún editorial sobre ese asunto. Después de una investigación preliminar, estoy dispuesto a admitir ese punto y hacer una corrección. Las secciones de deportes, de noticias y editoriales son cosas distintas.

Tan sólo desearía que los otras personas, tanto en los medios como en la universidad, rectificaran en asuntos mucho más importantes y serios y con implicaciones mucho más profundas para el futuro de este país.

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