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Cristina Losada

Vuelven los idus de marzo

El hecho de que esa "exculpación" de la banda terrorista haya sido recibida con alborozo apenas contenido por esas personas plantea la inquietante pregunta de si, en caso contrario, se hubieran llevado un gran disgusto.

El partido en el Gobierno sigue en marzo de 2004. En apariencia, las cosas continuaron su curso variado y desastroso desde entonces, pero eran sólo visos. Tras la sentencia por la masacre de Atocha, el PSOE de Zapatero ha querido regresar a los orígenes, a la raíz de una llegada al poder inextricablemente unida al dolor de un atentado abominable y al modo en que lo transformaría en trampolín electoral. De tal manera ha vuelto a los tres días de marzo que aquel griterío histérico, aquella culpabilización y aquel acoso al partido que ocupaba el Gobierno acaba de rebrotar. Fuera de las calles en las que entonces irrumpía, pero con la ferocidad de un virus que se ha hecho inmune a los antibióticos. Y ello al tiempo que el presidente del Gobierno, serio por una vez, instaba a "mirar hacia adelante" y llamaba a "trabajar unidos" contra la amenaza terrorista.

Si esa era la mejor lección que, según sus palabras, puede extraerse de la sentencia que media hora antes se conocía, el primero que la ha ignorado es su partido. Es decir, él. De nuevo, Zapatero decía y hacía simultáneamente una cosa y la contraria.

Mientras el presidente ponía la cara "buena", conciliadora e institucional, el portavoz de su partido se despachaba como si el juicio que ha presidido Gómez Bermúdez hubiera sentado en el banquillo al Gobierno de Aznar y, curiosamente, también a la ETA. A los que hay que añadir otro acusado por la amplia y ruidosa claque que acompaña al socialismo gobernante: las teorías conspirativas o, como dicen los pedantes, conspiratorias. Según estos sutiles intérpretes de la sentencia, han sido declarados culpables todos esos malhechores, menos ETA, que, a tenor de sus valoraciones, ha salido del proceso mucho más absuelta y limpia de culpa que el último "cerebro" que le quedaba a la masacre. El hecho de que esa "exculpación" de la banda terrorista haya sido recibida con alborozo apenas contenido por esas personas plantea la inquietante pregunta de si, en caso contrario, se hubieran llevado un gran disgusto.

Y el caso es que la respuesta, me temo, sería afirmativa. Toda vez que, por encima del interés por conocer a los autores y cómplices del atentado, ha primado en el PSOE y en otros partidos y grupos, el deseo de revalidar la traslación de culpa que se verificó entre el 11 y el 14 de marzo y de la cual forma parte la acusación al Gobierno de Aznar de mentir al atribuírselo a ETA. La declaración del partido en el Gobierno, por boca de López Garrido, expresa ese interés, que viene ligado a una necesidad de volver a utilizar el 11-M contra el PP y de intentar revivir, de cara a marzo de 2008, el tema y el clima que volcó las urnas a su favor cuatro años antes. La "verdad judicial" queda así ensombrecida por su instrumentalización política. Y lo que es peor, se vindica el peor momento de nuestra historia reciente: aquel en el que, ante un ataque terrorista, la sociedad española no sólo no se unió, sino que una parte de ella aceptó la lógica perversa del terror y culpó al Gobierno de la masacre. Una sumisión al terrorismo que Zapatero culminaba al ordenar de inmediato la retirada de unas tropas que habían ido a Irak a hacer lo mismo que hacían y hacen ahora en Afganistán. Y que proseguiría en su negociación con la ETA.

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