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EDITORIAL

El fallido salto al moro de Zapatero

La incapacidad de Magdalena Álvarez sólo es igualada por los dañinos desatinos del ministro Moratinos, encogido ante las bravuconadas y amenazas marroquíes

Igual que los pequeños traficantes de droga, el ejecutivo español lleva casi cuatro años presentando sus idas y venidas a la corte del sultán Mohamed en busca de no se sabe qué bienes, malvendidos a la ciudadanía de forma adulterada y con evidentes y graves riesgos para la salud democrática del país, como una especie de sanalotodo capaz de librar a España de la amenaza yihadista y de encarrilar al país por la senda de la paz eterna.

El fin del tóxico y falso idilio de Rodríguez Zapatero con Marruecos, que una vez más recurre a la doblez y al patrioterismo ante la idiocia de un Ministro de Asuntos Exteriores español incapaz de responder a la escalada de provocaciones de Mohamed VI ante la visita de SS.MM. Los Reyes a Ceuta y Melilla, evidencia la inanidad de una política exterior sin rumbo ni objetivo. En vano se afanan el Gobierno y sus terminales mediáticas en disfrazar esta mediocridad con los exóticos ropajes del multiculturalismo y las sedosas texturas de la neutralidad. El hechizo se ha roto, el engañoso espejo convexo de la Alianza de Civilizaciones salta hecho añicos y las suaves ondas de la Medusa del apaciguamiento se convierten en letales serpientes venenosas, a las que en este caso sí conviene mirar de frente.

A nadie debería extrañar la airada reacción de Marruecos tras el anuncio de la visita de Los Reyes a las ciudades autónomas, algo por lo demás coherente con la política de eterna reivindicación y victimismo de la monarquía alauita. Lo sorprendente y escandaloso es, en primer lugar, la notificación de la visita por parte de las autoridades españolas, un aviso que tanto se asemeja a una petición de permiso. ¿Desde cuándo un Gobierno considera necesario contar con el beneplácito extranjero para la realización de un viaje del Jefe de Estado por el territorio nacional? ¿Acaso habría anulado Rodríguez Zapatero la visita Real de haber recibido una protesta de Marruecos previa al anuncio oficial del desplazamiento de SS.MM.?

En segundo lugar, la aparente candidez del jefe de la diplomacia española, quien interpretó el silencio de Marruecos a la vergonzante comunicación como prueba de asentimiento, demuestra que la incapacidad de Magdalena Álvarez sólo es igualada por los dañinos desatinos del ministro Moratinos, encogido ante las bravuconadas y amenazas marroquíes. Ni siquiera el sermón de la pinturera Fernández de la Vega y su cansina "normalidad institucional" pueden ya camuflar la inmensa coladura del Gobierno, impotente ante una gravísima escalada de desafíos que coloca a Los Reyes en una situación delicada. Que nadie en Moncloa ni en el Palacio de Santa Cruz hubiera previsto una estrategia digna y cabal de prevención y respuesta a la previsible rabieta del sultán es simplemente intolerable.

El único consuelo ante la inadmisible torpeza del Gobierno es el entusiasmo general de los ciudadanos de Ceuta y Melilla y las manifestaciones de los presidentes de ambas localidades, que han subrayado la importancia de la visita Real como símbolo de la españolidad irrenunciable de sus respectivas ciudades. Un compromiso pobremente defendido por el ejecutivo y sus asesores, cuyo vano empeño en conseguir "paces" sin honor y "como sea" se torna estos días más fútil que nunca. ¿Quién debe pagar los platos rotos?

En España

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