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Tierra de nadie

En ese núcleo de notables que ha congregado Mariano Rajoy para que prepare el programa ideológico de cara a los comicios de marzo, hay un diplomático para que hable de exteriores y nadie que cubra el flanco de seguridad y defensa.

Las campañas electorales no le sientan bien a la defensa. Las promesas siempre giran sobre mejores servicios, más extensas infraestructuras, una mejor educación, pensiones más generosas, mayor prevención sanitaria y, en fin, todo ese paquete de medidas económicas encaminadas a que la gente se sienta mejor con lo que tiene en el bolsillo. Muy poco se dice del papel de nuestro país en la arena internacional y apenas nada de la defensa de España.

Los gurús electorales de izquierda y, sobre todo, los de derecha (o centro-reformistas en su acepción más políticamente correcta) se resisten a incluir en sus programas medidas de cara a los ejércitos, porque creen que eso no sólo no atrae votos, sino que incluso los resta. Parecen plegarse a que lo militar y lo electoral están reñidos.

En realidad, en la izquierda se recurre a lo antimilitar para intentar captar votos. Ya estamos asistiendo a una continuada campaña para convertir a nuestras Fuerzas Armadas en una ONG más o menos robusta. Desde el parlamento se insiste en la necesidad de tomar como ejemplo la unidad de soldados bomberos y forestales conocida como UME y el Gobierno se regocija con una nueva carrera militar donde cabe todo excepto lo consustancial a la educación castrense.

Lo curioso, desgraciadamente, es que desde las filas del PP nada se hace para contrarrestar esta desmilitarización de la defensa. En ese núcleo de notables que ha congregado Mariano Rajoy para que prepare el programa ideológico de cara a los comicios de marzo, hay un diplomático para que hable de exteriores y nadie que cubra el flanco de seguridad y defensa. Llamativo. Más cuando el estamento militar siempre ha creído que con los conservadores españoles debería irles mejor que con la izquierda.

Y no es una cuestión de corporativismo. Simplemente es el reconocimiento de una realidad imperiosa. Por un lado, el PP debería combatir el pacifismo extremo del Gobierno y sus socios. Por otro, tendría que reconocer que los asuntos de seguridad internacional, guste o no a los expertos electoralistas, están encima de la mesa de cualquier presidente de Gobierno y deberían también estarlo en la del líder de la oposición. Afectan al papel y la imagen de España, así como a la vida de nuestros soldados y sus familiares. Seria un grave error pensar que el próximo presidente no tendrá que lidiar con ninguna crisis.

Con todo, nadie a las órdenes de los Costas, Tomés y demás parece encargado de dar forma a una visión "popular" de lo que tendría que ser la defensa española después de Zapatero. Puede que la defensa no añada votos, pero Rajoy no debe olvidar que fue Federico Trillo, a quien los militares califican como el peor ministro de Defensa de la democracia, quien hizo bueno a José Bono. Si de verdad cree que España es una nación vulnerable, que se encuentra amenazada, que debe cumplir con sus obligaciones internacionales en materia de seguridad y que debe contar con unos ejércitos preparados y listos para cumplir las misiones que el Gobierno les encomiende, no debería dejar que la defensa fuera tierra de nadie. Tendría que pensar un poquito más en ella.

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